Mascarillas contra la política
LA TRIBUNA ·
Los andaluces debemos ser más responsables que nuestros políticos estatales y seguir llevándola puestaCÉSAR RAMÍREZ
Domingo, 20 de junio 2021, 09:37
Las mascarillas están siendo el termómetro en el sobaco de la pandemia. El debate que han suscitado en cada momento evolutivo nos ha mostrado un ... estado de ánimo y una situación diferentes. Hoy día nos las encontramos tiradas por el suelo en la calle y vivimos en la abundancia de las mascarillas homologadas; no hay entidad social, grupo de carnaval o equipo de fútbol de barrio de ciudad que no haya diseñado sus propias mascarillas y nuestra sociedad las considera ya un elemento más de nuestro vestir diario a elegir a la hora de salir de casa. Si puede ser a juego con el vestido o con los pantalones, y si no, que lleve algún mensaje que defina nuestra originalidad. Son, también, un buen indicador de la fragilidad de nuestra memoria, ya que mirar hacia atrás y repasar el histórico de las mascarillas nos pondría los pelos tiesos del horror. Y son, a fecha de hoy, un elemento más a utilizar en el interés de nuestros políticos, a cuya mediocridad todo les viene bien.
Parece ya borrado el recuerdo de la primavera del año pasado, en la que la incompetencia del Gobierno dirigido por el doctor Sánchez y encabezado en su gestión de la pandemia por el binomio 'simonilla' nos decía que no tenía mucho sentido que los ciudadanos usaran mascarilla cuando muchos decíamos desde el primer momento, y viendo ya las calles de Wuhan arrasadas por el virus, que su empleo era imprescindible para controlar el contagio directo. Y qué decir del ridículo espantoso de la 'no compra' de mascarillas por parte de nuestros gobernantes, que nos permitió ver a un montón de listos haciendo negocio con unos precios de compraventa 20-30 veces por encima del valor real, que nadie se acuerda ya de cuando el PVP mínimo de una mascarilla FFP2 era de 8.95 euros y de cómo la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno de España nos engañaba con el 21% de IVA que sólo pagábamos los ricos españoles y no el resto de los europeos. Y cómo olvidar al montón de español@s solidari@s que, haciendo de genios de verdad, usaron trapos de cocina y gomillas de plástico para confeccionar mascarillas caseras que ayudasen a los sanitarios en aquel momento en que literalmente no había. Todavía guardo en una esquina de mi consulta una de las cajas de mascarillas de tela caseras que por entonces me regaló Luciana, la tía de mi gran amigo José Ramón Sánchez, y que recogí de la puerta de su casa; una obra de arte, por cierto, aquellas mascarillas, y un ejemplo para no olvidar lo que entonces vivimos.
Bien, pues ahora mismo las mascarillas centran de nuevo el debate y son usadas como arma política a su antojo por el presidente del Gobierno de España que, sin cortarse un pelo, acaba de declarar que a partir del próximo sábado ya no será obligatorio el uso de las mascarillas en exteriores en nuestro país en los espacios libres, generando el aplauso a manos rotas de los asistentes al Círculo de Economía en Barcelona. Es evidente que esta medida, con la que nuestro mesiánico presidente nos va a devolver a los españoles la alegría de vivir en la calle sin mascarillas (no creo que casi nadie vaya a cumplir la letra pequeña de que esta medida asocie el cumplimiento del metro y medio de distancia entre los desmascarillados) no es más que una cortina de humo para ponernos una sonrisa en la cara tras proceder al indulto de los presos del 'procés' y que el cabreo se nos pase. Y genera, además, un gran desconcierto al menos en los andaluces que hemos oído hace 72 horas al consejero de Salud de la Junta decir que no se levantaría el uso obligatorio de las mascarillas hasta que estuviese como mínimo un 75% de la población andaluza vacunada y que eso sería a finales de julio o principios de agosto.
Dieciocho meses después, los políticos nos siguen tratando a los ciudadanos como a niños y seguimos sin tener líderes científicos reales que nos expliquen el porqué de las cosas y de las decisiones. La gestión de la pandemia se transfiere a las comunidades autónomas pero el Gobierno mangonea el Consejo Interterritorial de Salud para dar, sin consenso con aquellas, pasos clave como el de eliminar la obligatoriedad del uso de las mascarillas en espacios abiertos, promoviendo así el aperturismo de una sociedad que explotó tras la tiranía del primer confinamiento y que en las siguientes olas no ha sabido dar la talla del autocontrol. Una visita del señor Sánchez por las Unidades de Cuidados Intensivos de nuestros hospitales para ver a pacientes Covid-19 allí ingresados con menos de 40 años y sin factores de riesgo o bien a pacientes ya vacunados y reinfectados podría haberle hecho pensar las cosas un poco mejor. Porque un 29% de población con la pauta completa y menos de un 50% con al menos una dosis de la vacuna no da ni para inmunidad de grupo ni para estas alegrías que se nos exhortan. Contra la liberación de la obligación de llevar la mascarilla los andaluces debemos ser más responsables que nuestros políticos estatales y seguir llevándola puesta, que llevamos ya muchas semanas saliendo a la calle y abriendo nuestra vida con la mascarilla y no pasa nada. Yo, al menos, la voy a seguir llevando puesta mientras haya siquiera un paciente en alguna UCI de nuestra comunidad autónoma. Es, también, una manera de honrar el esfuerzo y sacrificio de tantos meses y de que no haya más muertes que estas ya serían, sin duda, evitables.
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