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Martiriocracia

JUAN CARLOS VILORIA

Lunes, 21 de enero 2019, 00:43

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El cambio de gobierno en Andalucía ha supuesto para los socialistas andaluces un shock traumático de similar impacto que el que afligió a los populares con la imprevista y repentina moción de censura que les desalojó de la Moncloa. Para ambos se ha abierto una etapa de confusión y desconcierto hasta decidir la ruta para recuperar el poder perdido. Es entonces cuando aparece la tentación del camino más corto y de la radicalización como terapia para cauterizar las heridas, encubrir los errores y derivar la responsabilidad al adversario.

El Partido Popular puede caer en la tentación de buscar el voto en los aledaños de un pensamiento radical haciendo guiños al populismo masculinista de la misma manera que el PSOE ya ha demostrado que seguirá buscando el voto neofeminista. La utilización de colectivos activistas de mujeres para una concentración frente al Parlamento andaluz el día de la investidura de Juanma Moreno es un síntoma de la estrategia que el socialismo y la izquierda populista andaluza pueden intentar utilizar para debilitar al gobierno conservador. Y la naturalidad con la que el PP coquetea con la victimización del macho que propone Vox es también una señal de que recurrir a las ideas simples y a los mensajes populistas es una tentación en la que es fácil dejarse caer.

El pulso entre ambas fuerzas y por extensión, a izquierda y derecha, parece querer llevarse al terreno insólito del género como sujeto discriminado de derechos y deberes, premios y castigos. De un lado aparece con fuerza la reivindicación del macho como víctima de un presunto supremacismo neofeminista y de otro la convicción en segmentos radicales del progresismo sobre la imposibilidad de que jamás el hombre puede ser la víctima. Es un poco delirante, pero los síntomas apuntan en esa dirección. Estamos viendo que el campo de la izquierda y el populismo no ha dudado en amplificar algunas voces renuentes a las leyes sobre violencia de género sin darse cuenta (o por el contrario, a propósito) de que esa amplificación genera más tinta, más minutos de informativos, más angustia y más miedo que los hechos o las palabras en sí mismas. De otro lado, en segmentos de la derecha triunfa el mantra de que el hombre heterosexual es la víctima de la dictadura de las minorías.

Ni las mujeres serán las víctimas del cambio político en Andalucía, como se empieza a acuñar en una tentadora estrategia de convertir a esos colectivos en punta de lanza para recuperar el poder; ni los hombres sufren dictadura de las minorías y tiene que recuperar no se qué estatus perdido, como sostienen los nuevos populistas conservadores. La martiriocracia entendida como explotar y magnificar problemas de colectivos sociales solo conduce a olvidar los problemas reales. Brecha salarial, violencia doméstica, paro. Andalucía es la región que menos ha crecido en cuarenta años. Y la culpa no la tiene Madrid.

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