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Falta solamente una semana para conocer cómo quedará compuesta la corporación municipal para el periodo 2019-2023. Es la gran incógnita y lo que a todos preocupa, pero el próximo domingo se sabrá algo más. Los resultados de las elecciones en Marbella permitirán sacar conclusiones definitivas acerca de la influencia real de las marcas en unos comicios locales más allá de la calidad de las propuestas, el conocimiento y la aptitud de los candidatos y la experiencia, en el gobierno o en la oposición, de quienes acuden a las elecciones y piden a los ciudadanos que los elijan para representarlos.

Si Ciudadanos y Vox, los dos partidos nacionales que se presentan en estas elecciones por primera vez en Marbella, consiguen buenos resultados se podrá concluir que las marcas hacen milagros. Ese escenario sería sin duda un golpe moral para los partidos que durante cuatro años siguen de cerca la vida municipal, se reúnen con vecinos y colectivos para conocer sus necesidades e inquietudes, trabajan en la elaboración de propuestas, escogen a los mejores candidatos posibles y trazan una estrategia a medio plazo.

El caso más flagrante es el de Vox, una formación en la que las expectativas frustradas de quienes aspiraban a figurar en la lista por Marbella ha generado una guerra interna que poco tiene que envidiar a las de los partidos que ya están en las instituciones y cuyas luchas fratricidas son por tocar poder real. Si se ha montado una batalla con ataques inmisericordes por un lugar en una candidatura que no asegura nada, qué no harán si llega el día en que la guerra interna sea por el poder en serio.

A la lista de Vox por Marbella no se le conoce nada. Más allá de un cuestionario remitido por este periódico que la candidata respondió, es una auténtica incógnita. Ni una iniciativa, ni una propuesta, ni siquiera una opinión. No se sabe qué piensan, si es que piensan algo, acerca de cómo resolver la situación urbanística o el problema de la movilidad o la falta de suelo para infraestructuras. No hablemos ya del modelo turístico.

Hubo quien pensó que la traslación al plano municipal de las posturas de esta formación en la política nacional y autonómica iba a traducirse en cuestiones que al menos generarían polémica. Enviar más policías al paseo marítimo para hostigar a los vendedores ambulantes, reducir drásticamente la plantilla municipal, anular la autonomía de San Pedro o doblar la subvención que recibe la organización que justifica la violencia machista. No es por dar ideas, pero al menos algo de esto hubiese animado la campaña. No hemos tenido ni siquiera eso. Tras más de una semana de campaña no se les conoce ni un diagnóstico sobre la situación de la ciudad, ni una propuesta, ni una idea. Nada.

Problema de salud

Ni tan siquiera se ha escuchado a la candidata, que esta semana adujo un problema de salud para seguir desaparecida después de haber aplazado en dos ocasiones sendas entrevistas pactadas de antemano con este periódico. No hay por qué dudar de que ese problema de salud realmente existe, pero cuando sobrevino la candidata ya estaba escondida tras haberse conocido algunos aspectos de su pasado laboral. Su ausencia, además, no ha sido suplida por ningún otro miembro de la candidatura. No se puede decir que la formación de extrema derecha haya mostrado algo durante esta campaña electoral. Ni un acto, ni un reparto de publicidad, ni una convocatoria de prensa. Nada. Tampoco el más mínimo respeto por Marbella y por sus vecinos. Si consigue representación en el Ayuntamiento de Marbella el próximo domingo, aunque fuera de un solo escaño, la ciudad debería convertirse de inmediato en campo de experimentación de politólogos, sociólogos y psicólogos sociales como ya lo debería haber hecho después de las cuatro mayorías absolutas consecutivas del GIL.

Sería ciertamente interesante que alguien que fuera a votar a esa formación explicara qué propuesta relacionada con la ciudad le ha seducido para darle el voto en unas elecciones municipales.

No es que pueda decirse que Ciudadanos, el otro partido de ámbito nacional sin representación aún en el Ayuntamiento que acude con posibilidades, presente una situación sensiblemente mejor. Tras la elección de María García como cabeza de lista, la candidata cometió un error de bulto. Los desplazados que se convirtieron no en adversarios sino en enemigos declarados, abrieron un debate sobre la vinculación anterior de García con la ciudad. La candidata, absurdamente, entró al trapo. Desde su llegada no hizo otra cosa que hablar de sus lazos con Marbella y ahí, como se ha mostrado, tiene las de perder.

Ausencia

En los últimos días optó por la misma táctica que su homóloga en Vox: la ausencia. No es la mejor carta de presentación para una candidata, aunque en el caso de Ciudadanos, los dos miembros de la lista con experiencia política previa -los exconcejales del PP José Luis Hernández y Ángel Mora-, sí ocuparon el lugar de la aspirante a la Alcaldía para al menos atenuar los efectos adversos de su ausencia. Hasta el momento, a la formación naranja sólo se le han escuchado generalidades que tanto podrían valer para Marbella como para Bolullos Par del Condado, pero a la campaña le queda aún una semana y no debería descartarse que entre el reparto de globos naranjas aparezca en algún momento algo parecido a una idea.

Esta falta de proyecto quedó de manifiesto en una reunión celebrada esta semana entre la candidata de Ciudadanos y la agrupación independiente de AMPAs, donde García confesó que los dirigentes de la formación desplazados de la lista no le habían pasado información alguna sobre la situación educativo de municipio. Esgrimió, no obstante, la condición de miembro de Ciudadanos del consejero de Educación y argumentó, ante la sorpresa de los asistentes, que un buen resultado de la formación naranja en Marbella podría resultar favorable a la hora que desde la Consejería se mirara con especial atención al municipio.

Se suele decir que la experiencia es un grado y ese lugar común ha alcanzado todo su sentido en esta campaña electoral. No estamos ante una campaña rica en propuestas o que permita albergarsla expectativa, a la vista de lo que se ve y se escucha, de que la ciudad vaya a encontrar en los próximos cuatro años solución a los problemas de fondo que la aquejan. Sin embargo, sí se puede advertir que los grupos que han estado en el Ayuntamiento en los últimos cuatro años tienen una estrategia, con propuestas incluidas, desde la que abordar estos comicios. En este grupo de cuatro partidos que afrontan las elecciones a partir de un bagaje anterior no se puede incluir a Podemos. La formación morada contó con un grupo municipal de participación muy activa en los últimos cuatro años, pero los vencedores en el proceso interno, por abandono del rival, decidieron prescindir no sólo de los concejales, que no mostraron interés en continuar, sino también del trabajo acumulado. La crítica a la supuesta moderación de estos ediles describe el ánimo con el que se presenta Podemos. La campaña electoral no ha asistido todavía a la presentación de una sola propuesta por parte de su candidato más allá de un discurso general que, como en el caso de Ciudadanos, puede valer para un sitio o para el otro.

Tras más de una semana de campaña, en suma, sólo ha sido posible apreciar estrategias estudiadas en el Partido Popular, el PSOE, Izquierda Unida y, en menor medida, Opción Sampedreña, una formación sin más preocupación que contar con un discurso eficaz para un electorado acotado a San Pedro y un fuerte componente identitario.

Candidata y Junta

El PP parece centrar la mayor parte de su apuesta y de su confianza en la victoria en dos factores: la candidata, cuya figura se realza por encima de la del partido, y lo que podríamos llamar mensaje espejo del aplicado durante años por la propia Ángeles Muñoz. Si anteriormente el discurso casi excluyente del PP fue el de criticar el maltrato de la Junta de Andalucía hacia Marbella, ahora se centra en destacar la oportunidad que se abre para la ciudad con un presidente autonómico del Partido Popular. Una oportunidad, señala sin decirlo, que sólo podrá aprovecharse con una alcaldesa del mismo signo político.

En el PSOE el discurso de campaña también es sencillo. José Bernal reclama una segunda oportunidad para poder terminar la labor interrumpida por la moción de censura. Los socialistas ponen el acento y el esfuerzo en los barrios en los que esas obras quedaron inconclusas o nunca llegaron a iniciarse, con un mensaje en el que el PSOE se erige como la representación política de los vecinos de las zonas menos favorecidas de Marbella. El lema elegido para la campaña, 'Honestidad', conecta con otra de las ideas en la que inciden los candidatos socialistas: que la moción de censura estuvo inspirada en motivos no confesables.

Izquierda Unida, por su parte, ha organizado una campaña en la que pretende aparecer como una formación con propuestas para todas las áreas. Para ello, ha dedicado hasta ahora cada jornada a una propuesta sectorial, lo que le ha permitido por un lado tener visibilidad y por el otro transmitir la imagen de un programa trabajado y alejado de la improvisación.

De las tres formaciones independientes, la que más activa se ha mostrado es Impulsa Marbella, que cometió sin embargo el error de novato de volcar la presentación de todo su programa en un solo acto que por su duración y formato sólo pudo interesar a los ya interesados y entusiasmar a los que ya llegaban con el entusiasmo incorporado. Elaborar un diagnóstico de la ciudad y proponer soluciones requiere sin duda de dedicación, trabajo e incluso talento. Saber transmitirlas para seducir a miles de vecinos es algo muy distinto. Llegar a una mayoría desde un grupo minoritario, cerrado e impermeable, el de las familias que se reconocen como marbelleras de varias generaciones, no es sencillo. La política no es tan fácil como parece desde fuera. La comunicación, tampoco.

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