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No es aventurado afirmar que son muchos los españoles que sienten una honda preocupación por ver en qué manos está el presente y el futuro de nuestro país: quienes quieren saltarse a las bravas la Constitución, derrocar al Rey y romper España, esos, los independentistas catalanes, que no viven nada más que para eso, desde que se levantan hasta que se acuestan, han derrocado dos gobiernos sustentados por los dos partidos mayoritarios de nuestro país, leales al Rey y a la Constitución, y lo han hecho en menos de nueve meses. Una barbaridad. Ellos, los independentistas (sumados a Podemos que son casi más de lo mismo) derrocaron a Rajoy (PP) y ahora hacen lo mismo con Sánchez (PSOE), dando muestras de su visceralidad, de su nula capacidad de diálogo y de su intransigencia. No deja de ser una pena que un país como España esté en manos de los independentistas radicales catalanes, ayudados por los pro batasunos, quienes, además, no viven nada más que para lo suyo, y a los demás que nos parta un rayo. Una pena que además dispongan de tanta representación parlamentaria con tan pocos votos a nivel nacional, pero la famosa ley D'Hondt es así, porque aquí hemos sido siempre más 'papistas que el papa' y decidimos en los inicios de la transición ser generosos, tanto que miren ahora lo que no está costando, sobre todo por lo mucho que se le dio a los partidos catalanistas en busca de mayorías nacionales que al final se han vuelto en contra de todo.

Ahogado por los mismos que lo llevaron a La Moncloa, Pedro Sánchez anunciaba ayer la convocatoria de elecciones para el 28 de abril. Nos podría haber hecho un favor a todos y hacer que las generales coincidieran con las autonómicas no históricas, municipales y europeas del 26 de mayo, pero claro eso sería mucho pedirle, que hubiera pensado en los demás antes que en sus propios intereses. Lícito, ojo, pero poco generoso. Si todos los comicios se hubieran unido en una misma urna, en un mismo día, nos hubiésemos ahorrado un montón de dinero, pero también habríamos acortado el tiempo de parálisis que acompaña a cada proceso electoral, se quiera o no, se diga sí o lo contrario. «En tiempos de votaciones, salvo los discursos, nadie mueve un papel», decía un histórico gobernante socialista hace ya unos cuantos años. Porque no me digan que hasta el 5 de marzo no habrá convocatoria oficial y comenzarán a correr los plazos, oigan, porque ya hemos visto que los primeros mítines para pedir el voto fueron en la mañana de ayer de mano de nuestros líderes nacionales.

Las elecciones significan la máxima expresión de la democracia, y las urnas son tan maravillosas que permiten concurrir a los comicios incluso a los que no creen o quieren romper el sistema democrático que disfrutamos, en plenitud además, pese a las vergonzosas declaraciones de los juzgados por el 'procés', los amigos y 'compis' de quienes están derrocando gobiernos...

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