El machismo también es transversal
Los abusos y agresiones contra las mujeres, sea cual sea su intensidad, se extienden por todos los ámbitos y sólo se pueden combatir si de verdad hay una concienciación colectiva de tolerancia cero
El machismo no entiende ni de siglas ni ideologías. Tampoco de espacios sociales o laborales. Las agresiones y abusos contra las mujeres están presentes en ... todos los ámbitos y se cuelan por las rendijas de la permisividad colectiva. Si asumimos que el feminismo es transversal, también lo son la misoginia y la discriminación de género. La mayoría de las veces empieza por una 'broma' –eso suelen decir– o con una frase, un mensaje o un simple gesto y luego va creciendo hasta convertirse en un insoportable acoso del que es muy difícil defenderse por los prejuicios sociales. La mujer, en muchos casos, acaba dudando de sus propios actos e incluso culpabilizándose. En vez de sentirse en un espacio seguro, percibe habitualmente una respuesta hostil o incómoda. Y más aún cuando hay una relación de superioridad o autoridad por parte de él.
En este momento del análisis siempre aparece quien dice no haberse sentido nunca así. Es una suerte, sin duda, pero es la excepción, no la regla. Combatir esas actitudes sólo es posible desde un compromiso colectivo que tenga tolerancia cero y corte de raíz ese chiste, ese comentario o esos gestos inapropiados. Sólo así las víctimas podrán sentirse respaldadas.
Y viene esto a cuento por los casos Salazar y Navarro, dos cargos públicos del PSOE –el primero asesor del presidente Sánchez y el segundo secretario general en Torremolinos– denunciados por presunto acoso sexual a compañeras de trabajo y de militancia. Al margen de la presunción de inocencia y del camino judicial que tomen, podemos considerar ambas situaciones como ejemplos de lo que pasa a diario en muchos lugares.
Es evidente que hubo, cuando menos, cierta tolerancia de cuantos conocían y asistían a los hechos denunciados, fueran mujeres u hombres. De la misma forma, la propia dirección federal socialista trató los expedientes con tanta indulgencia que los dejó morir en un cajón hasta que los medios de comunicación –el periodista de SUR Alberto Gómez dio la primicia de la denuncia en Torremolinos– o la propia Fiscalía entraron de lleno en el asunto. Y la gravedad es aún mayor porque el PSOE se da constantes golpes de pecho en defensa del feminismo, empezando por el presidente Sánchez.
Y lo mismo se puede decir del caso Errejón y de Podemos, o de la acusación de agresión sexual del consejero de la Xunta del PP –Villares– en Galicia o de la condena a un empresario sevillano por simular un beso a la entonces líder de Podemos en Andalucía.
No cabe duda de que la ciudadanía castiga aún más a aquellos que dan lecciones morales permanentemente y luego, por acción u omisión, comenten o permiten abusos y agresiones. La tolerancia cero, como ocurre con la discriminación positiva, consiste en difuminar los grises, no esas líneas rojas que tanto gusta traspasar a los acosadores. Ninguna mujer se tiene por qué sentirse incómoda por el hecho de serlo en ningún sitio. Y eso ocurre a diario, sea en la sede de Ferraz, en un ayuntamiento, en un bar o en cualquier despacho.
Los partidos políticos –y en estos casos concretos tan significativos, el PSOE– deberían darse cuenta de una vez por todas de la enorme responsabilidad que tienen en la lucha por el feminismo y contra el machismo. Y cómo casos como estos significan un enorme paso atrás en la concienciación social. Sobran palabras, sobra doctrina, sobran esos golpes de pecho, sobre politizar la igualdad y falta combatir con hechos las actitudes machistas. ¿O es que nadie escuchó ni asistió nunca a comentarios y comportamientos sexistas de Ábalos o Koldo? ¿O es que nadie vio las pasadas de Salazar?
Todo tiene que empezar por el compromiso colectivo con el feminismo, entendiendo como tal una relación saludable entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, con límites claros y radicales para detectar lo que es acoso o agresión.
Y claro, como en la mayoría de los asuntos, todo empieza por la educación desde niños, la misma que en muchas parcelas la sociedad, en una peligrosa dejación de funciones, ha trasladado a las redes sociales, al consumo digital y a la cultura musical de moda, donde los estereotipos se multiplican sin filtro.
Es verdad que no hay una única forma de entender el feminismo y que, como en todo, hay extremos por ambos lados, pero ello no impide un espacio de consenso que preserve lugares igualitarios, cómodos y respetuosos para la mujer.
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