Málaga, Picasso
Esta semana, en el Instituto Cervantes de París, se ha hablado de Picasso escritor y de la Málaga de Picasso. Algo más de ciento treinta ... años separan la ciudad que el niño Picasso dejó atrás y esta de hoy. Algo más de un siglo, pero si nos atuviésemos a la transformación de la ciudad el tiempo transcurrido parecería muy superior. Una sima de varios siglos van del final del XIX a los comienzos del XXI. Parte de los cimientos de la Málaga actual están enclavados en aquella ciudad portuaria llena de apellidos foráneos y gente llegada en aluvión de las provincias limítrofes, pero en determinados momentos su desarrollo cobró una velocidad de vértigo y contribuyeron a convertir este núcleo urbano en dos ciudades muy diferentes.
Señoritas piadosas y bailes de postín. Sombreros de copa y obreros con conciencia y alpargatas. Exportaciones, centros culturales e incluso sociedades secretas donde se dibujaba el mapa ideal del género humano. En vísperas del nacimiento del pintor, Málaga atravesó una época de esplendor. Agricultura, industria, banca. Todo se preparaba para un despegue que no consiguió romper la ley de la gravedad. La plaga de la filoxera acabó con la gran mina de la exportación de uvas, pasas, vino. Arrasó la industria que se había creado a su alrededor. Sin embargo, en la ciudad, cargada de obreros y de sueños de prosperidad e igualdad, quedó una secuela incurable. El inconformismo. Este pueblo inquieto no aceptó de buen grado la miseria ni el trato de los déspotas. El carácter de Málaga se había fraguado mucho tiempo atrás a golpe de convulsiones, hedonismo, comercio, picaresca y generosidad.
Ese fue el primer aire que respiró Picasso. El que iba de los círculos artísticos a las cooperativas y las tabernas, convertidas en espacio natural para las asambleas proletarias. El esplendor empezando a enmohecer y el drama económico acentuado por el terremoto de 1884 y la plaga de cólera de 1885. Más de dos mil muertos entre ambos desastres. Y el niño Picasso oyendo los rumores que sus padres y sus tías traían a casa, dibujando esas espirales que se convirtieron en sus primeros dibujos, unos trazos que se iban abriendo al tiempo que el urbanismo de la ciudad se transformaba, derribando en el centro de la ciudad unas calles infectas sobre las que se levantó la calle Larios o ganándole terreno al mar para construir el Parque. Hablan de la luz del sur, de los destellos que quedaron plasmados en los cuadros infantiles de Picasso, la 'Vista del puerto' o 'El picador amarillo', pero probablemente la herencia fue más honda y su rastro tal vez pudiera seguirse en algunas de sus pinturas más desoladas.
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