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Circula por ahí un vídeo de Angela Merkel en el que afirma que hay libertad de expresión en su país y recuerda que cuando das tu opinión te expones a que alguien te lleve la contraria porque expresarla tiene sus costes. Básico, ¿verdad?. Pues mucha gente no lo entiende. Es más, si alguien les lleva la contraria lo interpretan como un ataque a su persona. Es decir, que sus opiniones y ellos son un pack indisoluble. Y en ese sentido puede que tengan parte de razón porque si ni van a escuchar otras opiniones ni van a cambiar de idea nunca de alguna manera sí que puede considerarse un ataque contra ellos.

Recordaba también Merkel que la libertad de expresión tiene unos límites «que comienzan cuando se propaga el odio o cuando la dignidad de otra persona es violada». Y concluye diciendo: «Esta Cámara debe oponerse al discurso extremista, de lo contrario nuestra sociedad no volverá a ser la sociedad libre que es».

No sé si ha sido por estar encerrados y dándole la matraca siempre a los mismos, pero tengo la sensación de que hay más gente de lo habitual compartiendo su opinión sobre todo, todo el rato y con cierta agresividad. Y los más intensos son los que más se indignan cuando les replican.

Puede que sea un reflejo de la actitud de muchos de nuestros políticos, cuyos exabruptos pasamos generalmente por alto por la costumbre. El caso es que ahora no estamos para sus teatrillos habituales. Digo yo que no es mucho pedir representantes que se preocupen más de nosotros que de ellos, con sentido común y que se den cuenta de que no está el horno para bollos.

Personalmente aspiro a instalarme en cierta autarquía por supervivencia más que nada. Tal y como está el patio mas que dirigentes igual lo que necesitamos es una madre o una seño. Ese es el nivel.

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