Luces y sombras
La temporada alta ya está aquí. Junio ya forma parte de ese cada vez más largo verano y de esos contados meses en los que ... los alojamientos de la Costa del Sol superan los tres millones de estancias. Esta mitad del año arranca con luces y sombras, aunque con el convencimiento de que el turismo no fallará. La incertidumbre marca un arranque con unos malos precedentes porque los resultados oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) de los cuatro primeros meses del año muestran más signos en negativo de lo previsto. A la continuada bajada del turismo nacional, que ya fue un clásico a lo largo del pasado año y que va a más, se suma ahora que el viajero internacional ha empezado a mostrar también signos de enfriamiento de la demanda. ¿Y por qué? No hay una sola causa. Es más bien la consecuencia de un conjunto de circunstancias que impactan en el turismo antes que en el resto de actividades productivas, por eso de ser un sector muy sensible ante cualquier alteración en el contexto internacional. Y en los últimos tiempos esto es más habitual de lo esperado. Así que ante los vaivenes de las decisiones del presidente de Estados Unidos, con disparatadas subidas de aranceles que derivan en un aumento de tensiones geopolíticas con marcadas consecuencias en la economía, y el devenir de conflictos bélicos como los de Ucrania y Rusia o Israel y Gaza, que lejos de encontrar vías de solución avanzan por derroteros que complican estas guerras, el viajero activa el modo protección de sus ahorros y comienza a recalcular los presupuestos para vacaciones. Para cumplir esta misión tampoco ayuda que en estos momentos viajar sea más caro que nunca. También hay que ponerse en los zapatos del empresario al que, como a cualquier ciudadano, le han subido los precios de los alimentos, de la energía o de los costes salariales. Unos incrementos que se trasladan a la carta de los restaurantes o a las reservas de alojamiento o de avión. De ahí que el sector ya piense en que igualar los datos del pasado año no estaría tan mal. Por el momento son unas primeras señales que pueden quedar en meros indicadores con potencial de mejora o quizá estemos ante los primeros síntomas de que esa alegría de viajar, de disfrutar de vacaciones como si no hubiera un mañana, que se impuso tras el duro confinamiento y la terrible pandemia, puede estar tocando a su fin. El objetivo debe ponerse no en crecer en ocupación o en reservas y pernoctaciones sino en que los turistas que vengan, aunque sean menos, gasten más. Y por ese camino sí se avanza.
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