Los otros
Los contenedores incendiados y las vallas voladoras de Ferraz son cosa de unos pocos. Unos nostálgicos avivados por Vox en lo que pueden ser los ... penúltimos coletazos del partido de ultraderecha, del mismo modo que aquel Podemos en declive quiso movilizar la calle. El futuro dirá. Lo que ahora importa es un presente bipolarizado. Siempre se había dicho que para gobernar el país era necesaria la conquista del centro político. Pero en estos momentos ese centro está desaparecido y solo hay conatos, por un lado y por otro, de una mínima señal de vida.
No se sabe qué habría ocurrido si en su momento el enfebrecido Albert Rivera hubiese bajado de su nube monclovita y PSOE y Ciudadanos hubieran gobernado en coalición. Esa es materia de fabulación política. Ya pagó con creces el partido naranja sus inhibiciones. La de Rivera en Madrid y la de Inés Arrimadas en Cataluña. Los hechos se impusieron y puede que la línea divisoria en la que hoy unos y otros se empeñan en dividir a la sociedad empezara a perfilarse cuando Pedro Sánchez formó su gobierno de coalición con Podemos. Pablo Iglesias y los suyos querían darnos a entender que las dos Españas seguían vigentes por más que algunas voces dentro del PSOE se negaran a reconocer la existencia de un país en blanco y negro.
Un blanco y negro que ahora, con las cesiones a los independentistas, se nos ofrece como la única gama de color posible. De modo que el ciudadano que está a favor de la amnistía y del regreso victorioso de Puigdemont es un traidor y un vendepatrias. Por el contrario, quien no está a favor de ese borrón y cuenta nueva -negociado con los propios infractores de la legalidad- es un facha. No cabe contemplar que un ciudadano cabal crea que la cesión ante el independentismo pueda contribuir a la resolución del problema catalán ni, mucho menos, puede haber un socialdemócrata al que las concesiones al nacionalismo le resulten infames e inmorales. Tiempo para las etiquetas. Aquella Tercera España reivindicada por los historiadores en momentos mucho más traumáticos que los actuales parece condenada a la invisibilidad. Porque ahora, como lo fue en tiempos dramáticos, resulta incómoda. No clasificable en el espectro de los blancos y negros o de los rojos y azules. Pero por mucho que desde un lado y otro se nieguen a reconocer su existencia, ese estrato social existe. Son los otros, los que no llevan corsé ni se atienen a la consigna de la parroquia. Puede que en estos momentos no tengan voz. Pero sí tienen voto. Y es muy probable que también tengan memoria. Y con esa alianza, voto y memoria, antes o después hablarán. Y decidirán.
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