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Sebastián Gámez Millán
Profesor y escritor
Sábado, 4 de enero 2025, 01:00
A pesar de que ideológicamente Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 1898-Víznar, 1936) y José González Marín (Cártama, 1889-Cártama, 1956) estaban muy lejos, mantuvieron una ... amistad forjada a través de la poesía, el teatro, la música, el flamenco y otra serie de vínculos en común, incluso más allá del trágico asesinato del poeta. Ambos nacieron entre tres generaciones irrepetibles: la del 98, la del 14 y la del 27 que, por sus contribuciones artísticas y literarias, se conoce como la Edad de Plata.
Si bien poseían otras vocaciones, ambos estudiaron Derecho por voluntad de sus padres. No obstante, la llamada del teatro fue temprana: González Marín se incorpora a la compañía de María Guerrero y unos años después a la de Emilio Borrás, representando diferentes papeles tanto en España como en Latinoamérica. García Lorca comenzó con la creación de obras que no gozaron del aplauso de la crítica ni del público, como 'El maleficio de la mariposa'. Sin embargo, posteriormente recibiría reconocimiento con 'Yerma', 'Bodas de sangre', 'La casa de Bernarda Alba'... hasta el punto de ser considerado, junto con Valle-Inclán, uno de los dramaturgos más importantes de nuestra lengua durante la primera mitad del siglo XX.
Con La Barraca, dentro de las Misiones Pedagógicas, llevó el teatro de Calderón de la Barca, Cervantes y Lope de Vega, a pueblos donde las personas no podían acceder a estas representaciones: «El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento, ya que el teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu (...) no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama matar el tiempo».
Lorca definió la poesía en oposición al positivismo científico dominante de la época y el consiguiente desencanto del mundo: «La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas». La poesía es medular en ambos: en todas las manifestaciones donde destacan late ella. Lorca es por encima de todo un poeta, un creador, alguien que combina las palabras de modo que ilumina la lengua. González Marín fue único como rapsoda. Poetas de muy diversos lugares como Salvador Rueda, Manuel y Antonio Machado, Lorca, Alberti... Le enviaban sus composiciones para que el rapsoda cartameño las encarnara con su voz y su cuerpo en movimiento.
La música es otro universal antropológico: no existe cultura donde no encontremos expresiones musicales. Tanto González Marín como Lorca se sintieron cautivados por la música e innovaron cada uno a su manera: González Marín fue el primero que elevó la rapsodia a cante flamenco. Lorca, además de organizar con Manuel de Falla y otras instituciones el Festival de Cante Jondo de 1922 en Granada, recogió y armonizó piezas para 'Bodas de sangre', 'Mariana Pineda', 'El café de Chinitas'...
Dos de los padres de la Generación del 27, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, engendraron su obra en un diálogo entre tradición popular y vanguardia. Según JRJ, «no hay arte popular, sino tradición popular del arte». La obra de Lorca se encuentra atravesada por un profundo sentido de lo popular que celebra a la par la vida y la muerte. Ramón J. Sender acuñó un acertado neologismo: «Folklorquismo». «Causa extrañeza y maravilla cómo el anónimo poeta del pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre». Por lo que respecta a González Marín, buena parte de su amplio repertorio está dominado por poemas populares.
Dos de los momentos más fulgurantes de la carrera de ambos se desarrollaron entre América Latina y Nueva York: durante la Guerra Civil, González Marín realizó una gira por 18 países, desde Argentina a Nueva York, pasando por Uruguay, Brasil, Colombia o Cuba, protegiendo y procesando a la Virgen de los Remedios. En junio de 1929, junto con Fernando de los Ríos, Lorca viajó a Nueva York, ciudad que le causó una honda impresión transfigurada en una de sus obras más célebres, 'Poeta en Nueva York' (1940). Como en las ciencias, la universalidad es la cualidad más elevada de las artes: traspasar fronteras, alcanzar a cualquier ser humano, independientemente de su cultura, como si existiera algo en común por encima de nuestras irreductibles diferencias. Después del trágico asesinato de Lorca, González Marín siguió declamando los poemas de su amigo, incluso en teatros donde el público protestaba por ello.
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