LGTBIQ
«Y añadió Dios: esta es la señal de la alianza que establezco para siempre con vosotros: pondré mi arco en las nubes; esa será ... la señal de mi alianza con la tierra. Cuando yo cubra de nubes la tierra y en las nubes aparezca el arco, me acordaré de mi alianza con vosotros.» En este fragmento de uno de los relatos del Génesis, obra escrita en distintas épocas por diversos autores y concluida en el siglo V antes de Cristo, emerge el arcoíris como signo de la alianza de Dios con su pueblo. Muchos siglos después, más de veinticinco siglos, llegará Gilbert Baker que mostró la bandera multicolor por primera vez en 1978 en el Festival del orgullo de San Francisco, consiguiendo que se alzara como símbolo del colectivo LGTBIQ. Inspirado en la canción 'Over the Rainbow', Baker creó todo un referente simbólico. A partir de ahí, con esa bandera como referente, llegaron multiplicidad de celebraciones y declaraciones, muchas de ellas institucionales, a las que la ciudad de Málaga en este año se ha sumado de una forma más significativa.
Pero ¿hace falta el día del orgullo gay? ¿Es la mejor forma de reivindicar? ¿Viene bien reformularlo? ¿Es suficiente? ¿Tal y como se celebra en algunas localidades respeta la convivencia vecinal? Estas y otras preguntas podríamos plantearlas sin olvidar que la bandera multicolor, planchada o no, impulsa a traspasar los estrechos y asfixiantes claustros donde vivimos instalados todos. Y, en este sentido, hay temas pendientes. En España y el mundo.
De entrada, es necesario evitar la imposición de una ideologizada visión concreta de la persona; en la actualidad existe todo un entramado lingüístico que pretenden separar la identidad de la corporalidad. Además se echa de menos que nuestros gobiernos, tanto nacional como europeo, se mojen más en la defensa de la dignidad personal a nivel internacional; es cómodo defender un determinado sector social en la zona de confort, donde además sale rentable políticamente hablando. Hay que ir más allá; tanto en la reflexión como en la acción. No debemos quedar instalados en la complacencia; de hecho, conviene recordar que en el mundo hay países, incluso algunos con los que España mantiene excelentes relaciones diplomáticas y comerciales, que condenan la homosexualidad con la pena de muerte. Es inaceptable. Desgraciadamente, no queda ahí la cosa: en casi ochenta países es ilegal, entre ellos el vecino Marruecos o Qatar. Todo un desafío a la dignidad humana.
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