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Federico Romero Hernández
JURISTA
Sábado, 24 de mayo 2025, 02:00
La OFM interpretó el día 9 de este mes la Sexta Sinfonía, 'Patética', de Tchaikovski de forma notable. Y como ocurre algunas veces en esta ... sinfonía, terminado el tercer movimiento, 'molto allegro vivace', algunos del público rompieron a aplaudir y a lanzar «bravos», aunque el director, como es lógico, hizo un gesto para que detuviesen su aclamación para permitir dar paso al cuarto movimiento: 'Finale: Adagio lamentoso', mucho más lento y de una serena belleza; a pesar de que, lamentable e injustamente, ello apagara algo el entusiasmo que rematara la audición. En ese momento recordé algo que había escrito en relación con la elección del nuevo Papa: La relevancia mediática de su nombramiento, que continúa la pauta progresiva de los Pontífices precedentes, ha sido extraordinaria. Y a pesar de que los llamados vaticanistas consideraban como más probables otros candidatos, lo cierto es que pocos auguraban la designación del Cardenal Prevost.
Si llama la atención su pronta elección contra todo pronóstico es porque, muchas veces, los criterios de este mundo no son los que tienen presentes unos electores que, pese a sus errores humanos, piensan en los valores trascendentes del vicario de Cristo. Parece ser que el colegio cardenalicio tenía más claro de lo que pensábamos cuál era el perfil que debía tener el nuevo Papa. Benedicto XVI ya nos avisó, con su gran claridad de ideas, de que la inspiración del Espíritu Santo no significa que también, en este caso, no respete la libertad que ha querido conferir a los hombres. «El papel del Espíritu Santo -aclaró- debe entenderse de manera más flexible. No es que dicte el candidato por el que se debe votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que nosotros no arruinemos completamente las cosas». Y dijo también: «Hay muchos Papas que probablemente el Espíritu Santo no habría elegido». Todos tenemos en mente etapas de la historia de la Iglesia, en las que, algunos Pontífices, no han ejercido su pontificado precisamente de manera ejemplar. Y curiosamente ello no determinó, como en el caso de Adriano VI, que no dejara de reconocer, en todo momento, que, pese a sus pecados personales, servía, a una Institución santa. A veces sí ocurre que el 'hábito sí hace al monje', porque el monje descubre que, al vestirlo, asume una responsabilidad 'coram pópulo', ante el pueblo y ante Dios.
Los purpurados electores han sentido, con toda seguridad, que al depositar su voto en ese cáliz que, al servir de urna, es algo más que un receptáculo civil, están realizando una tarea que trasciende los criterios puramente humanos, que deben hacerle olvidar cualquier tentación política y personal, como así ocurre al final, en la reciente película 'Cónclave', que el propio Prevost vio antes de su elección. Como recordaba al empezar a escribir este artículo, la sonoridad del tercer movimiento, que utilizo como metáfora de la notoriedad electoral del Papa León XIV, no debe hacernos olvidar que hay una cuarta etapa, más serena y que confío en que será larga y no triste, en la que podremos apreciar las muchas cualidades del nuevo Pontífice, precisamente en un momento crítico y convulso de nuestro planeta. El nombre elegido por el nuevo Papa nos ha hecho a todos girar la cabeza hacia el pasado, recordando la biografía de 'los Leones' precedentes en la sede de Pedro, desde el llamado Magno, que el año 452 contuvo a Atila, hasta el XIII que con sus encíclicas 'Rerum Novarum' y 85 más reflejan la diversa problemática planteada por el modernismo y el relativismo, y la doctrina social de la Iglesia en el crucial momento de la Revolución Industrial.
En el perfil de León XIV se ha destacado una cualidad tan poco frecuente y tan importante como la de saber escuchar. En un momento en que se imponen las narrativas ideológicas que nos ocultan la verdad, en la que los enfrentamientos políticos convierten las discusiones parlamentarias y los encuentros entre líderes en diálogos de sordos y en las que el uso de los instrumentos digitales de comunicación impide conocer los razonamientos que motivan las correspondientes propuestas, alguien que tiene la habilidad de informarse de aquello que nos transmite y saber comprender al que nos transmite, tiene un valor crucial. Especialmente cuando se va a tener que interactuar en un medio internacional tan preocupante, en el que tan necesario es el equilibrio político en el fondo y en la forma. La formación filosófica agustiniana acompañada de una sensibilidad de acogida de los pobres y excluidos y la seguridad de mantener los fundamentos dogmáticos de la Iglesia en su trayectoria, auguran que va a disponer de un activo necesario frente al mundo actual. Finalmente, tampoco es desdeñable su experiencia misionera en un momento en que la relevancia de lo occidental cede su preponderancia ante Hispanoamérica, Asia y África. Ciertamente León XIV es un Papa para la esperanza.
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