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El 97% de los ocupantes de las viviendas turísticas no provoca problemas.
EL LABERINTO DE LAS VIVIENDAS TURÍSTICAS

EL LABERINTO DE LAS VIVIENDAS TURÍSTICAS

Repaso semanal ·

Javier Recio

Málaga

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Domingo, 25 de noviembre 2018, 00:09

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El Ayuntamiento de Málaga se va a meter en un jardín que puede convertirse en un auténtico laberinto con las viviendas turísticas. Ya está preparando una modificación del PGOU para clasificarlas de una manera expresa como alojamiento transitorio. Esto, obviamente, no se queda ahí. No es una cuestión puramente semántica. Traerá consecuencias y la mayoría intuye cuáles van a ser: la restricción y si es posible sacar unos euros para las arcas municipales. El problema es que esta medida no es tan fácil de llevar a cabo porque pueden existir trabas jurídicas imposibles de saltar. Pero antes que nada habría que analizar por qué se llega a esta situación y si la misma está realmente justificada. En Málaga hay 4.015 viviendas turísticas que ofrecen 20.191 plazas, el doble de las hoteleras. O sea, que en principio es un producto bien acogido por miles de propietarios y otros tantos miles de turistas. Es un fenómeno además que está extendido por todo el mundo y Málaga, obviamente, no es una isla virgen en la que sólo los hoteles tienen la exclusividad de los alojamientos. Y, ojo, que los hoteles por fin han dado por perdida esa batalla y ahora ven con naturalidad a las viviendas turísticas como parte de la competencia. Esto que sin duda es un éxito tiene muy mala fama entre los vecinos que conviven con estos residentes turísticos. Aunque no se sabe si esta mala relación es real o es ficticia. O sea, que se dan por supuestas muchos follones cuando realmente no es para tanto. Un reciente estudio realizado por la Universidad de Salamanca sobre las viviendas turísticas de Andalucía abre los ojos sobre la realidad de las mismas. Según se cuenta por 'radio macuto', estas casas están prácticamente ocupadas por jóvenes que vienen básicamente de despedida de soltero a Málaga para montar bronca. Pues bien, vayamos a los hechos. El 47% de los ocupantes de estos alojamientos son familias, o sea, parejas que vienen con sus hijos a pasar unos días. Ítem más, casi un 37% son parejas. O sea, que el 84% no tiene absolutamente nada que ver con esos grupos de jóvenes descontrolados, que también los hay, que vienen a beberse Málaga. Hay otro dato que corrobora que estos turistas no son tan salvajes como lo pintan algunos, pues el 98% no da un ruido. Las llamadas de vecinos al 010 quejándose son anecdóticas, según ha reconocido el propio alcalde. A ver si el problema está entonces en que no gastan. Pues bien, según el estudio, los españoles se gastan 480 euros por estancia, de los que el 55% va destinado a compras en comercios de proximidad. En el caso de los extranjeros, la cifra aumenta hasta los 857 euros, de los que el 47,3% se gasta en los citados comercios y establecimientos de proximidad. Es decir, que es un producto rentable no sólo para los propietarios de los inmuebles, sino para el sector comercial y de restauración. A esto hay que unir que el fenómeno ha ayudado a rehabilitar zonas completamente degradadas de los cascos históricos. Málaga no ha sido una excepción y basta darse un paseo por las calles que rodean la almendra para comprobarlo. Calle Carretería o Madre de Dios, por poner un par de ejemplos, no son las mismas gracias a las viviendas turísticas. Y genera beneficios al Estado vía declaración de IRPF como rendimientos del capital inmobiliario. Es cierto que también se generan molestias, porque los vecinos se quejan del trajín que hay con los trolleys y el ruido que se produce, aunque a la hora de la verdad estas quejas no se sustentan con datos, lo cual no quiere decir que sean ciertas. Con estos mimbres, parece 'imprescindible' regular las viviendas turísticas. Y es normal si tenemos en cuenta que aquí se legisla hasta el tamaño de los cartuchos de pipas. En este caso, nadie sabe qué va a proponer el Ayuntamiento para restringirlas, porque que nadie dude que los tiros van por ahí. El problema es que jurídicamente puede afectar a la libre competencia, a la subida de precios para los inquilinos, al ejercicio en sí del derecho a la propiedad y la discriminación de un propietario respecto a otro, porque difícilmente se entendería que el del primero puede alquilar y el del quinto, no. Todo está muy enrevesado y todo por no fiarse del mercado, que ya está restringiendo per se el destino de las viviendas turísticas. Pero eso es mucho pedir en un país donde hay nada menos que 160.000 normas dictadas por las diferentes administraciones. A ver cómo salen del laberinto.

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