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José M. Domínguez Martínez
Catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Málaga
Sábado, 31 de mayo 2025, 02:00
Según se relata en el Levítico, Moisés fue instruido por el Señor acerca del año santo, año sagrado o jubilar, concebido como un tiempo especial ... de libertad y reconciliación, durante el cual se perdonaban las deudas. Todo el que vendiera una propiedad debía adquirir recursos para rescatarla, «pero si no obtiene lo suficiente para recobrarla, la propiedad vendida quedará en poder del comprador hasta el año jubilar, y en el año jubilar quedará libre y volverá a ser propiedad del vendedor».
Si bien originariamente ese hito acontecía cada 50 años, el intervalo varió a lo largo de la historia y actualmente está estipulado en 25. Con motivo del Jubileo 2000, Juan Pablo II impulsó una campaña de alivio de la deuda de los países más pobres, pues, durante el Año Jubilar, «las cargas que oprimen y excluyen a los miembros más débiles de la sociedad deben ser eliminadas». Este santo pontífice, campeón de la libertad, defendía tales programas acompañados de adecuadas políticas económicas, con especial atención a la inversión en las capacidades de las personas, y de una buena gobernanza.
En 1996, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros acreedores pusieron en marcha la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados. El programa se diseñó para garantizar que los países más pobres del mundo no se vieran abrumados por cargas de deuda inmanejables o insostenibles, reduciendo la de aquellos que cumpliesen unos criterios estrictos. La campaña del Jubileo 2000 fue efectiva en cuanto a la anulación de deuda soberana de cerca de 40 países.
Más recientemente, el Papa Francisco, en el Ángelus del Año Nuevo de 2025 hacía un llamamiento, basado en el perdón de las deudas por parte de Dios, a fin de que el Jubileo se tradujera en términos sociales, «de modo que ningún individuo, familia o pueblo se vea aplastado por la deuda». Apelaba a los «líderes de las naciones con tradición cristiana a dar un ejemplo cancelando o reduciendo significativamente las deudas de los países más pobres». Una inquietud igualmente recogida en la agenda del G20 de este año.
No obstante, por lo que respecta a los países de renta media y baja, la situación actual de los mercados de deuda es mejor de lo que cabría esperar. Como ha expuesto Alan Battie en el diario 'Financial Times', en la práctica, aunque puramente por accidente, las guerras arancelarias desatadas por Donald Trump han creado, paradójicamente, un entorno más favorable para los mercados emergentes. El debilitamiento del dólar ha beneficiado a aquellos países endeudados en la moneda estadounidense. Pero eso no impide que haya algunos a los que se atribuye un considerable riesgo de crisis de deuda soberana (entre estos, Pakistán, Sri Lanka, Argentina, Ghana, Egipto, y, por razones evidentes, Ucrania).
Dando por descontado que el nuevo Papa, León XIV, respaldará la iniciativa de atenuación de la carga de la deuda, los analistas consideran improbable que el actual presidente norteamericano dé la misma respuesta que Bill Clinton dio a Juan Pablo II hace 25 años.
En este contexto, cabe plantearse si, cuando en momentos de dificultad, se concede a un Estado endeudado la posibilidad de acogerse a medidas de reducción de su carga financiera, puede asegurarse que la acepte. Ante las dificultades derivadas de la pandemia del coronavirus, los países del G20 acordaron suspender (transitoriamente) los pagos del servicio de la deuda para los 73 países más pobres del mundo, siempre que lo solicitaran. Sorprendentemente, fue bastante escaso el número de países solicitantes.
La razón no era otra que la intención de dar claras señales al mercado de que estaban dispuestos a respetar sus compromisos de pago. Aceptar medidas de auxilio podría ser interpretado como un indicio de un futuro 'default', lo que acabaría planteándoles dificultades para seguir accediendo a la financiación en los mercados, además de originarles una rebaja de su calificación crediticia. Poder emitir en los mercados era algo que les había costado mucho trabajo conseguir, aun a costa de satisfacer una prima de riesgo concretada en bastantes puntos porcentuales por encima de los tipos de interés pagados por los países ricos.
Anecdóticamente, ahora podamos recordar, con alivio, que, en 2012, España se endeudaba a un coste superior al de Zambia... Los designios de los poderosos mercados de deuda, poco propensos a conceder indulgencias incluso en años jubilares, a veces, son también inescrutables.
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