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Andalucía es el anticipo del cielo. Una luna amarilla que se atreve con el sol. La tierra que se pierde en un mar y un océano. La eterna tarde de un agosto de doce meses. La cuna de las arenas de Pedro Romero, el lienzo de la mujer imposible de Picasso, la partitura que nunca acaba de Falla y el postrero huerto que encontró San Juan de la Cruz. Olé.

La tierra que desbordó a las estrecheces del BOJA da la oportunidad histórica a las personas que crecieron en el margen del andalucismo oficial. Son muchos los que han conocido a una Andalucía de espaldas. Esa no era la real, gritaban, sólo la espalda de Andalucía. Para muchos, en esta semana se le da la oportunidad a los andaluces que están por encima de los gobiernos, que quieren eliminar los convencionalismos que han lastrado su porvenir. El nuevo presidente del Gobierno andaluz es el jueves de la política. No es el lunes odiado ni el viernes que promete un sábado. El poder se nutre de saber interpretar la oportunidad. Es verdad que muchos predijimos su final, tras haber apoyado a una derrotada Soraya Sáenz de Santamaría, entendiendo que viviría los estertores de un partido al que se le había robado su alma tras los años de un Rajoy sin Cataluña y sin España, y al que los andaluces le darían la espalda. Pablo Casado supo olvidar el vacío que se le hizo dentro de las filas andaluzas, y entendió que ayudando al líder andaluz encontraría su única oportunidad para afianzar su liderazgo. A los dos les une la visión de una misma generación de liberales dispuestos a enfrentarse al dogma de la hegemonía moral de la izquierda, y cientos de horas en la fontanería de su propio partido. Frente al abismo que supone la lucha intestina en un momento inadecuado, fíjense por ejemplo en el actual vodevil podemita, prefirieron apostar por la inteligencia de encontrar aliados en el camino. Nadie daba un duro por él, y de su propia debilidad hizo virtud, y no se rindió. Ha conseguido un acuerdo del centro derecha andaluz sin estridencias y mucho tino. El pasado viernes comenzó su apuesta por el equilibrismo sin red, alejándose del malabarismo que tantos aplausos recogió en el pasado. Es conocedor que su debilidad ha sido su baza frente a sus adversarios, y sabe que sólo tendrá una oportunidad para cambiar a Andalucía si sigue fiándose de los que no presumen de fortaleza. En su primera reunión de su gabinete gubernamental debiera recordarles a sus nuevos consejeros las palabras del gran Chesterton cuando dijo que «hay que luchar contra aquello que se teme», porque Juanma Moreno es el hombre que fue jueves.

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