El extranjero

Javier Imbroda

Javier Imbroda ha pasado a la pantalla grande. Un documental para seguir una trayectoria humana intensa e interesante. Deportista, empresario, político. Una diversidad que sin ... embargo no resume el espíritu de Imbroda. El joven que llegó a Málaga y que desde el patio de los Maristas llegó al palacio de deportes del Real Madrid y a dirigir la selección nacional de baloncesto. «Logró algo al alcance de muy pocos», escribía en las páginas de este periódico José Miguel Aguilar a raíz de la presentación del documental. 'El legado de un maestro' a modo de subtítulo.

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Es verdad, Javier logró algo poco común. Pero quienes tuvimos la suerte de ser sus amigos sabemos que ese logro no fueron las victorias en la cancha, los aciertos como empresario o su trayectoria política. Esos eran reflejos del verdadero logro. Su personalidad. Una forma de estar en el mundo y de entenderlo. La raíz, sí, puede estar en el deporte, siempre y cuando entendamos el deporte como una metáfora de la vida en la que están comprendidos el esfuerzo, la generosidad, el trabajo en equipo. Con la unión de esos elementos puede empezar a entenderse todo lo demás. Si le sumamos, ilusión, serenidad y determinación empezamos a entender quién fue Javier Imbroda.

En la política ha quedado su huella como la de alguien diferente. Dicho de otra forma, alguien extraordinario. Dedicado básicamente a la construcción, y no a la erosión del rival, como forma de hacer. Con esos valores no es de extrañar que le fuese encomendada la consejería de Educación. Confiaba ciegamente en que la educación era un fuente de riqueza inmediata, la mejor inversión que puede hacer en sí misma una sociedad para alcanzar esa riqueza, material y mental. Ya dejó apuntado mucho de esa filosofía en el libro que publicó hace veinte años, 'Si temes la soledad no seas entrenador'. Título que remite al mítico 'La soledad del corredor de fondo' y que tiene mucho de tratado moral. Allí, Javier hablaba de baloncesto, pero todo era extrapolable al ámbito social. Lo efímero del éxito y su vacuidad si no está sustentado en principios firmes. Ganar a cualquier precio no es ganar. Cuánto político hoy día al que aplicarle el lema. Deberían saber que hay derrotas que, afrontadas con dignidad, valen más que una victoria. En el prólogo de ese libro escribí unas palabras que al cabo de los años resultaron premonitorias. No fue mérito mío, solo había que conocer un poco a Javier. Lo que escribí fue que en el diccionario de Imbroda no cabían palabras mezquinas «y mucho menos la palabra rendición». Nos dejó un buen ejemplo en todos los órdenes y todos los días. Hasta el último aliento.

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