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Iván Redondo hizo que pasara. El Maquiavelo de la Moncloa siempre prefirió los finales a los principios. No es un fontanero al uso de la política: la fontanería es él. No hay ínsula, aunque ésta se llamara de Barataria, para que su jefe, Pedro Sánchez, pudiera premiar de forma justa a tan leal escudero. Con su trabajo en la sombra ha transformado la imagen que tenía de intruso su líder en su propio partido político a convertirlo en su salvador. El pasado domingo le demostró a todo el centro-derecha político, mediático y sociológico, que de estrategia política el que sabe es él. La última edición de 'El príncipe' la ha escrito Iván Redondo en castellano. O sea.

Partió de una posición inicial de ventaja en su estrategia, ya que el resto de adversarios políticos infravaloraron a Pedro Sánchez. Ninguno de ellos aprovechó de forma interesada el relato de su 'Manual de resistencia' en el que daba muchas de sus claves como 'animal' político, prefirieron caricaturizarlo. La pérdida del poder del PSOE en Andalucía en los comicios de diciembre pasado le dio las claves definitivas para preparar su estrategia para su victoria en esta primavera. La derecha interpretó el cambio andaluz en clave de victoria de la confluencia de las tres fuerzas del mismo espectro. Entendieron que junto al castigo de los andaluces a la gestión clientelar socialista de décadas se sumaban nuevos factores hasta ahora desconocidos, como eran el hartazgo de todo lo relacionado con el secesionismo catalán, así como la manipulación interesada de las encuestas o la apertura de nuevos debates sociales por ahora ganados por la izquierda como el del feminismo. En resumen, muchos compramos la idea proclamada por los líderes mediáticos de la derecha de que España se encontraba cómoda en una nueva mayoría de gobierno del centro-derecha con tres tenores, con tonos cada uno diferentes, pero necesariamente complementarios. La lectura real fue la que hizo Iván Maquiavelo Redondo recordando que «los hombres se conducen principalmente por dos impulsos: o por amor o por miedo». Entendió que la izquierda andaluza no había ganado por falta de movilización de sus caladeros de votos, y a través del miedo a la llegada de la ultraderecha comenzó a polarizar y movilizar. Contribuyó a dividir a sus adversarios, como ya hizo Rajoy con Podemos y el PSOE, conocedor de que la Ley D'Hont estaría de su parte. Entendió que el debate territorial le daría votos tanto en Cataluña como en el País Vasco, pasando en la campaña de puntillas sobre él. Hizo que Pedro Sánchez adoptara una posición de presidente y presidenciable gris, sin excesos, sabedor que finalmente a los españoles no nos gustan los salvapatrias. Su interpretación de la realidad española ha sido la que le ha concedido finalmente el 'nihil obstat' al gobierno de Sánchez.

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