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Infoxicación y resiliencia

LA TRIBUNA ·

Durante mucho tiempo, la resignación se ha utilizado indebidamente como una especie de lenitivo, que restañaba las heridas recibidas durante la vida

FEDERICO ROMERO

Lunes, 6 de julio 2020, 07:48

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No sé si alcanza a ser un neologismo. Este palabro se lo ha inventado, hablando de la resiliencia, un Neuropsiquiatra llamado Cyrulnik. No se asusten, que enseguida lo explico todo. Si les digo que los telediarios, los periódicos, las redes sociales y hasta las conversaciones de todos los que sufrimos el covid-19 nos tiene «infoxicados», no necesitamos decir más. Y si les digo que, más que resignados debemos ser resilientes quizás necesiten alguna explicación. A ello vamos.

El otro día, en plena epidemia, oyendo a un sacerdote, me di cuenta que antes había tres términos muy utilizados en la reciente historia de la Iglesia con ocasión de una catástrofe de cualquier clase, que afortunadamente ahora han desaparecido -aunque no del todo, como veremos- respecto a la causa y actitud frente a la misma. Me refiero a: culpa, castigo y resignación.

En antiguas catástrofes planetarias, o de una región o un país, algunos presumían la existencia de un comportamiento culpable, que finalmente desataba el castigo divino. La Némesis de la que habla el judío Philip Roth en su novela del mismo nombre. En la literatura bíblica veterotestamentaria se producía dicha relación con relativa frecuencia y además llevándola incluso a ámbitos personales más reducidos -¿de quién habrá sido el pecado, de éste o de sus padres?, decían los textos-. Actualmente el concepto de culpa no digamos que se ha reducido -en algunos casos sí, y de forma indebida-, sino que más bien se ha modificado. Y la causa de esta mutación está, más que ninguna otra, en que la visión que tenemos del misterio de Dios ha pasado del temor al amor. Aun siendo misteriosa la razón de que Dios permita el indudable mal que determina su extensión a tantos inocentes, no ponemos en duda que Dios nos sigue queriendo y que su misericordia sobrepasa nuestro conocimiento.

Muchas veces ese tema se trata enlazándolo con la ausencia, o el silencio, de Dios. A algunos lo ha llevado al ateísmo (así a Freud) y a otros a creer en Dios con una creencia consciente y luminosa (así a C. S. Lewis). Curiosamente en ambos, el problema del mal es enlazado también con el demonio, con el ángel caído. Para Freud aun atribuyendo el mal al Poder Oscuro, ello no exculparía al Creador y se le podría pedir cuentas a Dios por el mal que encarna. Para Lewis, el demonio, abusando de su libre albedrío, se ha enemistado con Dios y, en consecuencia con nosotros. En cualquier caso esa permisión de Dios a la existencia del mal y del dolor, aun compatibilizando con respeto de la libertad, sigue siendo un misterio.

En el caso de Lewis -que hace a Dios muchas preguntas sin obtener, aparentemente, respuestas- una de las que formula en relación con el misterio frente al mal y el dolor no recibe una inmediata contestación pero sí recibe de Él:«Una mirada silenciosa no exenta de compasión. Como sí Dios moviese la cabeza no a manera de rechazo, sino esquivando la cuestión». Como diciendo: «Cállate, hijo, que no entiendes». Pero más adelante dice: El sufrimiento no es bueno en sí. Lo verdaderamente bueno para el afligido en cualquier situación dolorosa es la sumisión a la voluntad de Dios.

Esto me lleva a la cuestión de la resignación. Durante mucho tiempo, la resignación se ha utilizado indebidamente como una especie de lenitivo, que restañaba las heridas recibidas durante la vida, y que evitaba entrar en la actitud de lucha contra la injusticia (por ejemplo). Pero la sumisión a la voluntad de Dios no significa la pasividad a aquello que no es voluntad de Dios, pues en muchas ocasiones la posición del cristiano debe llevar a una actitud positiva de lucha, de silencio elocuente o de resiliencia.

El término resiliencia no figuraba en el diccionario de la RAE. Y ahora sí y lo define como: capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversa. En el lenguaje técnico se añade el matiz de que comporta poder recuperar su estado inicial. La rescató para la actualidad (resilence) una psicóloga Emmy Werner y la difundió el neurólogo y psiquiatra Cyrulnik, que antes cité. Esta pandemia nos obliga a ser resilientes, pero no adormecidos o resignados por la 'infoxicación'.

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