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El informe Marlaska

...un señor grueso, relativamente joven, con sus generosas carnes expuestas al llevar bajados los pantalones hasta los tobillos, recogido sobre sí mismo en postura semifetal, todo ello delante de la pancarta de Ciudadanos

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Domingo, 14 de julio 2019, 09:51

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Somos una sociedad que acude al aluvión a ocuparse de aquello en que los otros más interés ponen, vamos donde van y, guste o no, nos llevan y nos traen. Las reglas de la democracia ponen sobre la mesa la necesidad de no discriminar tampoco en lo que siempre se hizo y hoy por fin, más allá de la Constitución y las leyes, las preferencias sexuales individuales son cosa de cada cual. Viendo pasar el desfile y los fastos del Orgullo, parece como si se tratara de un hallazgo, se hace ostentación del derecho inalienable de las personas gays -mujeres y hombres- a serlo. Es sin duda una lección el derecho al respeto que todos hemos de tener y recibir.

Este fenómeno de concienciación social es como todo, también cuenta con excesos y en algunos momentos verdaderas muestras de mal gusto. Unos participan en las manifestaciones públicas del orgullo gay porque les afecta personalmente y quieren así mostrar que no tienen nada que ocultar. Muchos acuden en solidaridad y como muestra de cariño y apoyo a estas personas que reivindican la normalidad. Otros son los representantes de los partidos políticos, que buscan demostrar su afección por la libertad y su consideración a los que son parte de este movimiento. Pero tal y como está la batalla política, hay ideas que determinadas fuerzas no sólo defienden, sino que las pretenden acaparar de tal modo que compartir manifestación puede llegar a ser un problema.

En Madrid, la organización del ya legendario y explosivo Desfile del Orgullo puso de manifiesto durante los días previos que no estarían invitados los partidos políticos que hubiesen pactado con Vox. Expresamente algunos responsables vetaban la presencia de Partido Popular y Ciudadanos con todo tipo de consideraciones argumentales, algunas faltonas y desagradables. Con noticias cruzadas de generosa concurrencia y declaraciones, respuestas y malvados tiritos, nos desayunamos muchos de los días anteriores a la fecha señalada. Una vez en ello, una nutrida representación de Cs acudió, tal y como tenía anunciado; no fueron bien recibidos los miembros del partido naranja. Describir lo que allí pasó huelga, porque ya forma parte de la literatura de una denuncia que relata una versión ampliamente rechazada por parte de algunas organizaciones participantes y por los adversarios políticos. Lo cierto es que la representación de Ciudadanos tuvo que abandonar la manifestación, ello sí es un hecho indiscutible. Hay muchas imágenes, desde aquéllas en que estos políticos sonríen con amplitud y gritan con entusiasmo eslóganes de libertad, quizá algo sobreactuados, hasta las muecas en sus caras de una mezcla de desencanto, disgusto, incomodidad y hasta algo de miedo. Se les ve con sus ropas y sus cabellos mojados -se dice que de agua, refrescos y también orines-, con tristeza, decepción y también indignación en medio del abandono del desfile. En el tropel de vídeos sobre el asunto, llama la atención la escena de un señor grueso, relativamente joven, con sus generosas carnes expuestas al llevar bajados los pantalones hasta los tobillos, recogido sobre sí mismo en postura semifetal, exhibiendo según parece el punto excretor que es costumbre tener tapado, todo ello clamorosamente delante de la pancarta de Ciudadanos. Algunas voces aclaran que la intención del muchacho era defecar delante de estos representantes políticos que no eran de su agrado, hay que decir que al menos no consiguió hacerlo, eso, hacer de vientre en medio del fragor manifestante.

Ante estos hechos, algo controvertidos. Ante la acusación de haber sufrido no sólo vejaciones evidentes sino también pura violencia y el anuncio de acciones legales, surgieron voces que tildaban de provocadores a los sufrientes. Ya se sabe que cuando algunas conductas son injustificables se suele acudir a argumentar que la culpa es de la víctima, por ir a esa cita y exponerse a las 'consecuencias'. Calcado a esta lindeza fueron las palabras previas del ministro Marlaska explicando que si pactas con Vox no puedes esperar que no haya eso, consecuencias. Tras los fastos, un presunto informe policial atípico desmintió a Ciudadanos, a sus quejas y lo expuestamente sufrido. Un informe sesgado, de parte, sin firmar -nadie se ha hecho responsable de su redacción y contenido-, un feo papel que deja en muy mal lugar y escasa altura al ministro del Interior y al Gobierno del que es parte. Se ha pedido la dimisión del ministro, su comparecencia en el Congreso, las dos cosas,,, Puede que haya explicaciones y puede que se den, pero para la historia quedará este chusco episodio del informe Marlaska.

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