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El nivel de improvisación en la gestión municipal de Málaga ha llegado al nivel máximo, el que se podría dar en llamar el 'improvicio', palabro que me acabo de inventar y que haría referencia a la reiteración enfermiza de decisiones políticas poco o nada meditadas. Pongamos por ejemplo la reciente polémica sobre el acceso de los grupos de turistas en bici al Centro. Cuando la historia llegó a mis oídos, la Policía Local llevaba cosa de una semana advirtiendo en las tiendas de alquiler de artilugios rodantes para guiris que se multaría con 200 euritos de vellón por cada vehículo, y lo tendría que pagar la empresa propietaria. El bando del alcalde para controlar a los patinetes también les tocaba a ellos. Lo contamos en el periódico y los sufridos vecinos del Centro y las personas con movilidad reducida se pusieron muy contentos de que se hiciera cumplir la ley, y que las aceras saturadas de terrazas y cacharros de toda índole y condición, al menos, se libraran de estos últimos. Poco duró la alegría en la casa del pobre. Al día siguiente, el alcalde llamó a filas a su gente de Movilidad y les dijo que a los turistas, sólo sonrisas y buenas maneras. Rectificación y contraorden. Ya podía tocar alguna vez para variar que el cambio de criterio beneficiara a los residentes del casco histórico, pero eso es mucho pedir.

Finalmente, los técnicos y las empresas se sentaron ayer mismo a negociar y se impuso el sentido común y el diálogo, que debía haber sido la fórmula desde el principio, y no este gobernar a salto de mata y a golpe de titular al que nos tienen acostumbrados. La decisión es que, a falta de una ordenación definitiva, los grupos de turistas ciclistas tendrán que bajarse y andar para cruzar las calles peatonales, salvo algunas excepciones que tienen una anchura suficiente y que son muy demandadas por su proximidad a referencias culturales, caso de Alcazabilla. Todos contentos, no era tan difícil. Y eso precisamente es lo que molesta de esta forma de gestionar que marca el estilo 'De la Torre': la ausencia de una definición clara sobre casi nada, y la tendencia a ponerse de perfil frente a todos los problemas, salvo que se pueda culpar a otro. A día de hoy, y mira que llevamos años ya de calles peatonales, se desconoce por qué razón en unas las terrazas invaden todo el espacio y son intocables, mientras que en otras casi ni existen. Nadie sabe a qué atenerse cuando se trata de desplazarse por ellas, ni por qué se siguen tolerando las despedidas de soltero salvajes cada fin de semana de primavera; ni qué criterios se toman para autorizar que estén permanentemente copadas de actos civiles y religiosos de dudoso interés social. Simplemente, es la ley del Centro de Málaga, que se rige por los principios elementales de la 'improviciación'.

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