Imprenta Sur (1925-2025). Cien años, cien objetos
Que un material impreso te impacte solo con verlo, te seduzca, lo quieras o incluso lo robarías... aun sin abrirlo, debe de ser algo que quien no lee no entiende
Kike Díaz
Poeta y director de Minichaplin, factoría cultural
Miércoles, 21 de mayo 2025, 02:00
Con este título descriptivo permanecerá abierta hasta este viernes 23 una exposición en el Centro cultural María Victoria Atencia (Ollerías, 34) de Málaga que conmemora ... el primer siglo de funcionamiento de la histórica -y ya legendaria- imprenta donde los poetas y editores Emilio Prados y Manuel Altolaguirre sustanciaron el nuevo espíritu literario del primer cuarto del siglo XX, lo que conocemos como Generación del 27.
Es una expo en dos plantas que muestra lo que se promete: 100 objetos, junto a una cronología de los avatares sufridos por este barco que aún permanece navegando y luchando contra las tempestades a que nos somete la tecnología. «Nuestra imprenta -escribió Altolaguirre- tenía forma de barco, con sus barandas, salvavidas, faroles, vigas de azul y blanco, cartas marítimas, cajas de galletas y vino para los naufragios». Un escenario que se antoja casi naif donde se trabajaba lo justo, se perdía más dinero del debido (pagaba el padre de Prados) y se hablaba y se producían visitas y encuentros que, de ocurrir hoy, harían las delicias de cualquier influencer: Lorca, Dalí, Falla, Juan Ramón Jiménez, Picasso, Juan Gris.
Cuando se ven las fotos de los jefes del invento se ven los rostros barbilampiños de dos jóvenes de familia bien malagueña, ambos con casa en Strachan, bocacalle de Larios. Interesados y convencidos de encontrar cómplices a la hora de romper la hoja de ruta de la literatura mainstream del momento. Para lo que contrataron a un también jovencísimo jefe de máquinas, el luego maestro impresor José Andrade Martín. Lo que hicieron estos tres singulares en tan solo cuatro años es ya historia.
Como es historia que la imprenta, que había sido faro de libertades, acabó incautada e imprimiendo propaganda franquista. En esos terribles años pasó a llamarse Dardo, quedándose Sur como nombre del todavía hoy diario local más leído. Fueron los tiempos de Francisco Sanz Cagigas al frente de SUR, y de José María Amado al frente de Dardo, antigua imprenta Sur. Un Amado que, sorpresivamente ya a pesar de su profundo falangismo, impulsa en 1968 la recuperación del gran buque insignia de la imprenta de Prados y Altolaguirre: la sustantiva revista 'Litoral', viva hoy aunque no sin penalidades.
Más tarde, ya desde su exilio mexicano, la imprenta fue cedida por Prados a los trabajadores. Siguió imprimiendo y casi desapareció víctima de la impresión offset.
Si hoy la tenemos en marcha como impresión tipográfica tradicional, y es una de las pocas que todavía funcionan a diario en el mundo, es gracias a la Diputación de Málaga; que primero la compró, luego la expuso, más tarde la pérdida en uno de sus almacenes y finalmente -gracias, Gutemberg que vela por tus fieles- acabó bajo la responsabilidad del Centro Generación del 27, entonces dirigido por Lorenzo Saval (sobrino nieto de Prados) y hoy por el poeta José Antonio Mesa Toré. Opera las máquinas José Manuel Andrade, nieto de aquel primer Andrade de la tríada fundadora.
Como ocurre con tantas pasiones, hay entusiasmo difíciles de explicar y difíciles de entender. Que un material impreso te impacte solo con verlo, te seduzca, lo quieras o incluso lo robarías... aun sin abrirlo, debe de ser algo que quien no lee no entiende. Pero ocurre cuando a las manos de un amante de la tinta llega un libro, un poemario, una plaquette, incluso una simple hoja impresa -mejor en papel verjurado, que invita a la caricia por su textura-, y ahí, con sus huellas en tinta aparecen las bodoni, erzeveriano, ibarra o baskerville. Ocurre además que, si quien cuidó la impresión veló por el color exacto de la tinta, el equilibrio de la mancha en la página, cambió una minúscula por una mayúscula al componer la palabra 'Cielo'... entonces éste se alcanza.
Ahora, a eso te tienen que llevar, es precisa la paciencia al enseñar y al aprender. Pero con suerte se obra el milagro. Aquí en Málaga hemos tenido santos de la imprenta que lo han hecho: Bernabé Fernández Canivell, Ángel Caffarena, Rafael Pérez Estrada, Rafael León, Pepe Bornoy, Pepe Infante, Salvador López Becerra, el recién desaparecido Paco Cumpián, el igualmente maestro Paco Peralto... la nómina de espíritus refinados entregados a hacer arte con tinta plomo es sorprendentemente extensa en esta ciudad de memoria cultural tan frágil y dada a novedades.
Quizás por eso el centenario de la antigua Imprenta SUR no esté siendo un evento multitudinario como cabría esperarse, por su singularidad, en una ciudad donde la cultura pasa por ser un vector de desarrollo. Tanta página, tanta letra, tanta tinta y talento, deberían estar -y no lo están- blasonando nuestro escudo cultural.
Esa herencia la entiende bien otro sabio, Rafael Inglada, biógrafo entregado a Picasso, y uno de los tipos que más saben en el mundo de la vida diaria del mito. Tan bien lo sabe Inglada, maestra editora de colecciones primorosas y minoritarias; que durante meses compaginó su seguimiento a D. Pablo con dar forma a esta exposición histórica que rinde homenaje a una de las máquinas de hacer historia más potentes que hemos tenido en Málaga: la Minerva que sigue funcionando en el entresuelo de María Victoria Atencia. No sabemos hasta cuándo, pero no deberíamos olvidar cuánto le debemos a esas letras. Qué significa tener la Imprenta del 27 viva ya unos pasos de donde tomamos vino o cerveza. Por eso, y porque estamos de fiesta, también mi copa y doy las gracias. Gracias por regalarnos tantos mundos, tierras extrañas y océanos de tinta y versos. De belleza en papel. De un museo hecho con minúsculas piezas de plomo.
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