Lo importante

Nunca pregunto por las cosas a las que la gente le da importancia, pues temo llevarme sorpresas. Lo importante para Sánchez es hoy saltarse al PP en el Senado, pero antes han sido otras cosas. La semana pasada, lo importante era lo de desenterrar a Franco, a comienzos de verano lo importante era desalojar a Rajoy y en aquellos días de asalto también era importante para qué se pacta y no tanto con quién. En la pirámide de lo importante de Sánchez está la máxima de que «lo importante es si se acierta, no si se rectifica» y esta importancia justifica todas las otras importancias, pues las hace intercambiables en jerarquía. También prometió cuando se fue de Ferraz a dar vueltas con el coche que lo importante era «mantener la palabra dada». Sánchez es un junco. Otros también han brillado en esto. Iglesias vino a decir que lo importante era controlar los telediarios y Rajoy les dijo una vez a unos chavales que lo importante era «caerle mejor a más que a menos» (sic)

En realidad, cada uno en su vida anónima retuerce como puede lo que es importante y lo que no. Durante nuestra vida tejemos todo un esquema cambiante de justificaciones según el cual siempre existe algo más crucial que desacredita la importancia de otra cosa. Cuando argumentamos con el opuesto, el límite en todo esto está en los niños de África, que son la frontera de lo importante. El hambre en el mundo, que se usa mucho para cualquier cosa, viene a ser lo que los nazis a las conversaciones. Todo es banal en comparación con el hambre en el mundo. En el caso de los socialistas, el hambre en el mundo era Mariano Rajoy y ahora que dedica sus horas a leer el 'Marca' en su casa se les han complicado un tanto el esquema argumental. La política por definición es la trivialización de lo importante y viceversa.