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Lo que importa

Ignacio Lillo

Málaga

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Sábado, 25 de agosto 2018, 09:50

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Ocurrió el mismo día que celebramos nuestra cena anual en Donosti, que como casi todas las cenas, en Euskadi y en el resto de España, son por la noche, salvo las de los guiris en La Carihuela, que son a cualquier hora. A mediodía bajamos a las míticas cocinas de Aizepe, la sociedad gastronómica junto al puerto pesquero, que tiene casi un siglo de historia, a descargar unas 'txuletas' de a kilo por ración y unas cosillas más para empujarlas garganta abajo. Allí estaba. Junto a la entrada a los fogones, en un lateral de la sala, había una banca larga corrida, de madera como todas las demás, a la que sólo se le habían presentado tres servicios. En el centro de estos, dos ollas más pequeñas de lo habitual, que ante mi intriga destaparon para mostrar que contenían más verduras que otra cosa.

Era la mesa de la cuadrilla de los veteranos, los fundadores de la sociedad, según me explicó el encargado. En sus tiempos habían llenado la bancada, pero ya sólo quedaban tres con vida, y se juntaban, como siempre habían hecho, un día al mes para comer y no perder las buenas costumbres. Igual que ellos habían llevado de la mano a sus hijos, ahora eran éstos los que los dejaban en la puerta, despacito, y los recogían después del almuerzo. Superaban todos los 90 años.

Llevo la anécdota grabada a fuego en la memoria desde entonces y, como estamos en vísperas de mi cena anual en Aizepe, pues lo quería compartir con ustedes. En estos días de verano turbulento no puedo evitar acordarme de mi propia cuadrilla, con la que espero poder sentarme a la mesa cuando seamos ancianos, aunque no creo que lleguemos a tanto como aquellos entrañables vascos. Bebernos al menos una botella de buen vino, que ya no estaremos para más alardes, y hablar, como siempre entre bromas y chascarrillos, de las cosas que de verdad importan. De la familia, de los que vienen y los que se van. De una España donde los jóvenes no tengan que emigrar para ganarse la vida. De un sistema sanitario justo, suficiente e igualitario. De viviendas para todos. De una Justicia que realmente merezca ese nombre. De la solidaridad para acoger a los que huyen del hambre y la guerra.

Leo, observo y sólo veo a un Gobierno, que iba a ser el del cambio, escondido detrás de una cortina de huesos de dictador; y que pretende endeudarnos más todavía. Ajeno a la realidad de la calle y las necesidades de los ciudadanos. A estas alturas ya somos todos mayorcitos para saber lo que de verdad importa en la vida, y lo que no.

Menos mal que siempre nos quedará la cuadrilla.

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