IMPERIOS EFÍMEROS
EN una zona turística como la Costa del Sol, siempre abierta a las novedades, a los personajes más variopintos y a los capitales foráneos que ... prometen dar trabajo con sus proyectos y, en general, mejorar nuestras condiciones de vida, suelen darse periódicamente casos sonados de fracasos. Solemos verlo con claridad cuando el tiempo marca distancia y se pueden analizar los acontecimientos que desembocaron en lo contrario de aquello que se anunciaba.
No hay que retroceder demasiado en el tiempo para comprobar que algunas historias se parecen mucho. Ahí está el caso del jeque Al-Thani y sus problemas con el Málaga Club de Fútbol, al que iba a convertir en uno de los grandes, mientras que en Marbella provocó el pufo del nuevo puerto de la Bajadilla tras prometer algo parecido a un nuevo Montecarlo. Hace unos años se despertaron muchas expectativas y esperanzas que no tardaron mucho en venirse abajo.
En las últimas décadas también aparecieron otros personajes que ofrecían un panorama idílico, siempre bajo la premisa de que venían con un importante capital que avalaba sus iniciativas. Algunos eligieron clubes de fútbol, como ha ocurrido en varias ocasiones en Marbella, o la alcaldía, a la que iban a aportar su dinero y lo que hicieron fue recoger beneficios. Hasta hubo algunos promotores que iban a construir el mayor parque de atracciones de Europa, mientras hablaban de cifras astronómicas. Después se conocerían las deudas.
En la década de los ochenta destacaba un saudí de nombre Adnan Kashogui que atracaba en Puerto Banús uno de los yates más lujosos del mundo, el Nabila, y se trasladaba en helicóptero a su finca La Baraka (la suerte), en el termino municipal de Benahavís. A su nombre siempre se le añadía el apelativo de magnate y él parecía satisfecho de mostrar su poderío. En este caso no se hablaba de inversiones o proyectos megalómanos, sino de una vida de lujo a la que algunos se pegaban babeando sin importarles si el dinero tenía algo que ver del tráfico de armas.
En el mes de febrero que estamos a punto de comenzar se cumplirán treinta años de la pérdida por parte de Kashogui de sus propiedades en la Costa del Sol. La Baraka fue subastada, tras un primer intento fallido, por cuatro mil millones de pesetas (unos veinticuatro millones de euros), dinero que le sirvió al saudí para pagar sus deudas con varias entidades financieras. Su imperio comenzó a derrumbarse cuando le fallaron algunas operaciones y se quedó sin liquidez. De nada le sirvieron sus influencias y relaciones para evitar la pérdida de una propiedad que quiso conservar hasta última hora.
Todo cambió cuando Adnan Kashogui fue detenido un año antes en Suiza y trasladado a una cárcel de Estados Unidos por algunas actuaciones financieras. Al ser arrestado no solo perdió la libertad sino también la confianza de los poderes económicos que le estaban sosteniendo el pesado lastre que arrastraba, esperando inútilmente su recuperación.
Antes de que le surgieran los problemas que acabaron con su imperio llegó a utilizar La Baraka para organizar lujosas fiestas en las que le gustaba verse rodeado de personajes de fama internacional, intentando así potenciar su figura en un mundo en el que las apariencias importan mucho. La actriz Brooke Shields era una de sus favoritas, pero también Farrah Fawcet Mayor, Natasha Kinski, Liz Taylor o George Hamilton, que no dudaban en acudir a su llamada cuando él lo requería. Durante un tiempo brillaron las estrellas y todo se apagó de pronto.
Kashogui terminó librándose de la cárcel, aunque durante un tiempo llevó un collar electrónico que controlaba todos sus movimientos. Nunca recuperó sus propiedades de Marbella, ni otras muchas. Murió a los ochenta y un años en 2017.
Los terrenos de La Baraka sirven hoy a la urbanización La Zagaleta, una de las más lujosas de Europa, pero donde sus inquilinos viven en la más absoluta discreción, lejos de la pasarela que fue en su tiempo.
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