Es bajito, canijo y con el pelo corto y claro, que aún lo hace parecer más joven, aunque a ojo rondará los 14 ó 15 ... años. Viste un chándal oscuro y va en un patinete, incumpliendo sistemáticamente todas las normas del Código de Circulación. No importa. Se acerca en transversal, saltando de la calzada a la acera sin mirar y se dirige a una pandilla que alborota en la calle sin rumbo fijo. «Le he pegado en la cara a un niño», dice, con una sonrisa a modo de saludo al que parece ser el líder del grupo. Este le mira y no dice nada, sigue a lo suyo...
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Son pocos, porque la raquítica natalidad malagueña no da para que haya más ejemplares de estos, pero dan mucha grima. Veo con preocupación, en mis continuos paseos por la ciudad, pandillas de niñatos apenas llegados a la pubertad. Al caer la tarde, salen en manadas con la sana intención de beber, colocarse, increpar, zurrar a algún desafortunado y destrozar mobiliario. En su parque móvil, a las motos con el escape trucado para hacer más ruido, se unen ahora los silenciosos patinetes, signo de conciencia medioambiental, que se diluye por el incumplimiento sistemático de las normas más elementales de educación vial.
De verdad que me releo a mí mismo y tengo una sensación de abuelo cebolleta que alucina vecina; y no soy tan mayor, pero sí lo suficiente como para saber que eso no es normal: por más que los de mi quinta cuando éramos niños también nos peleáramos y armáramos jaleo, era todo como más inocente, menos perjudicial. Y es que a la mañana siguiente raro es el día que no te desayunas con la violación grupal de una niña (incluso sistemática y con chantaje tras grabarla en vídeo); o con una paliza de muerte de unos críos a otro. Y te lo crees, porque la tarde anterior has visto actitudes y has escuchado comentarios que no te cuadrarían, no ya entre niños, ni siquiera en el patio de una cárcel. Ni mucho menos es mi intención generalizar, porque la mayoría seguro que son buenos chicos; pero es indudable que tenemos un problema educativo con una parte importante de los adolescentes tempranos.
A los chavales les faltan herramientas para enfrentarse de una manera eficaz a la sobreexposición de contenidos pornográficos, violentos y machistas, en la imágenes y en la música, que todos llevan guardado en el bolsillo... Y de última generación. No se está consiguiendo que asimilen unos valores de respeto hacia las mujeres, ni los mayores ni sobre todo a las normas, porque se saben impunes. Como no enderecemos esto, llegaremos a ver en las calles señales de 'Peligro, adolescentes sueltos...'
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