IA, ¿quién gobierna a quién?
Es imprescindible que mantengamos el juicio para distinguir las voces de los ecos. De lo contrario, en lugar de servir, puede sustituir a la inteligencia humana
Sebastián Gámez Millán
PROFESOR Y ESCRITOR
Miércoles, 11 de junio 2025, 02:00
Se diría que es uno de los temas de nuestro tiempo, si no fuera porque siempre hay varios de relevancia crucial en juegos de poder ( ... erosión de nuestras democracias y derechos humanos, cambio climático, inflación y consiguiente pérdida de poder adquisitivo, desigualdades económicas, acceso a la vivienda, inmigración, seguridad, rearme...). Como casi siempre que se produce una revolución tecnológica, hay voces que claman contra el cielo y piden que se detenga el paradójico avance tecnológico, pues después de todo el aumento de poder tecnológico implica con frecuencia aumento de responsabilidad y peligro.
Veamos panorámicamente cuatro ámbitos de interés social donde afectará de manera decisiva: educación, empleo, desigualdades y política. Sospecho que muchos defenderán la tesis de que depende de su uso, con lo que estoy parcialmente de acuerdo, pero me temo que no es tan simple. La tecnología cambia nuestra forma de estar en el mundo, de modo que no es neutral desde una perspectiva axiológica. Si ya con Internet y la wikipedia los trabajos de investigación y argumentación en los centros educativos no volvieron a ser los mismos, ¿cómo serán en la época de la IA? Uso y abuso, salvo que se regule adecuadamente. Con todo, sigue siendo imprescindible que el alumnado posea criterio, juicio para distinguir las voces de los ecos. De lo contrario, en lugar de servir, puede sustituir y suplantar a la inteligencia humana, de la que procede. Una vez más, necesitamos ser mayores de edad en términos kantianos, o sea, autonomía para pensar y actuar por nosotros mismos.
Según el GENOE, unos 980 millones de empleos en todo el mundo se verán afectados por la IA en un año, lo que equivale al 28% de la fuerza laboral, porcentaje que en cinco años se elevará al 38% y en diez al 44%. Mira por dónde, afectará más negativamente a las mujeres que a los hombres, y a aquellos que posean menos estudios que a aquellos más formados. Esto nos conduce a la hipótesis de si la IA no contribuirá a fin de cuentas a incrementar las desigualdades económicas. Justificadas o injustificadas, son indeseables, ya no sólo desde un punto de vista de justicia, sino también pragmático: las desigualdades guardan correlación con la estabilidad, seguridad y violencia de las sociedades.
Pero, ¿en manos de quiénes está la IA? Una de las principales autoridades en este asunto, Luciano Floridi, considera esencial «lograr una gobernanza global de la IA y de las nuevas tecnologías, o al menos una regulación internacional efectiva». Esto quiere decir derecho y división de poderes, además de mantener un diálogo crítico. Asimismo, cabe preguntarse si mejorará o empeorará la política. Ciertamente, puede contribuir a ambas cosas, todo depende de cómo pongamos en acción nuestras responsabilidades. No obstante, desde la crisis de 2008 muchas democracias del mundo se han ido erosionando y debilitando, a pesar de que estos sistemas políticos son conjuntos de derechos y valores que permiten desarrollar más plenamente las vidas humanas, animales y vegetales. Por eso su cuidado, que depende de todos nosotros, si bien en la variable medida de nuestras responsabilidades, es fundamental.
¿Cómo podemos mejorar la democracia? Manteniéndonos formados e informados, participando de ella por medio de un diálogo crítico que denuncie los abusos e injusticias que se cometan. Como seres que hemos evolucionado y progresado con la técnica, primero, y luego la tecnología, podemos mejorar la democracia desplegando tecnologías acordes con valores humanísticos, sin perder de vista cuáles son los fines y los medios, y orientadas hacia formas de vida justas, libres, responsables y solidarias. ¿Cabe un desarrollo sostenible -si esto no es un oxímoron- que no implique un avance tecnológico? La economía y la tecnología, no lo olvidemos, también repercuten en la mejora de las democracias, si bien son medios, no fines, al servicio de los seres humanos, los animales y la naturaleza.
Según el catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la UMA, Antonio Diéguez, en consonancia con Coekelbergh, «el objetivo es desarrollar sistemas que asistan en la resolución, mitigación, prevención o gestión de algunos de los problemas más acuciantes que tenemos, sin dejar de reconocer que la solución no debe depender exclusivamente de la tecnología, pero sabiendo también que la tecnología puede ser un elemento esencial para tener éxito en la tarea».
Necesitamos, pues, ciencia con conciencia, no perder de vista que, del mismo modo que otras tecnologías, son medios para nuestro servicio, no fines en sí mismos. De lo contrario, insisto, pueden sustituir y suplantar a la inteligencia humana, de la que brota la denominada IA. Al igual que el desarrollo económico, necesitamos inteligencia artificial no para enriquecer a unos pocos en detrimento de muchos, sino para el bien social de la humanidad. ¿Seremos capaces de gobernarnos y gobernarla?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.