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La Tribuna

El honor sigue siendo su divisa

La Guardia Civil cumple 181 años de existencia este mes de mayo

Vicente Pérez

General de División de la Guardia Civil (R). Vicepresidente de HABeCu Málaga

Martes, 20 de mayo 2025, 02:00

La Guardia Civil cumple este mayo 181 años y es un buen momento para desde la tribuna que me ofrece SUR compartir con el lector unas reflexiones sobre la Benemérita. Hace unos años, también este diario publicaba un artículo de este veterano guardia civil bajo el título 'El honor es su divisa'. Hoy insisto en esa idea.

En aquel momento todavía no se había constituido en Málaga HABeCu (Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil), asociación sin ánimo de lucro que reúne a aquellas personas que tienen en común un cariño especial hacia el Cuerpo. Hoy día HABeCu ya tiene presencia en Málaga y me honro formar parte de ella como vicepresidente. Es precisamente esta condición la que me hace compartir con los lectores estas nuevas reflexiones. Vivimos en un mundo donde la información fluye a una velocidad mayor que la capacidad del individuo para procesarla, haciendo casi imposible percibir la realidad. Pasan muchas cosas y pasan muy rápido. Eso hace que en más ocasiones de las deseadas nos encontremos, tanto en medios tradicionales de comunicación como en redes sociales, vamos a decir con 'verdades a medias' o informaciones sin matices.

La negligente ligereza con que se exponen ciertos hechos hace que seamos mas susceptibles a la manipulación; esto que en principio pudiera resultar inocuo, no lo es tanto cuando llegamos a saber con certeza que, en determinadas ocasiones, todo ello responde más a intereses ajenos al derecho que a una información veraz todo ciudadano tiene. Habría que añadir que la mayoría de las veces intentan trasladar la idea de que son los verdaderos poseedores de la verdad. Qué razón tenía Cela cuando afirmaba que «lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una». Y esto ocurre con cierta frecuencia cuando se comunican comportamientos reprochables y en algunos casos delictivos protagonizados por miembros del benemérito instituto. No es mi intención hacer de intérprete o notario de la situación actual, pero sí reflexionar sobre ella.

No pretendo analizar conductas individuales, ni situaciones coyunturales de la Institución, entre otras razones porque si hay alguna motivación que pueda presidir el actuar diario de cualquier guardia civil hay que buscarla en la palabra servicio. Lo he podido comprobar a lo largo de mis casi 46 años de servicio, desde que inicié mi andadura en el Cuerpo como Guardia Segundo, hasta la de General de División, empleo con el que me retiré. No obstante lo anterior, indudablemente no podemos obviar los actos no deseables y reprochables protagonizados por algunos de sus miembros, que en algunos casos delictivos y en otros que sin serlo, están muy alejados de lo que se espera de un guardia civil, independientemente de su empleo. Hay conductas que, aunque no estén sancionadas por la ley, no tienen cabida dentro del comportamiento honorable que la Guardia Civil exige a cada uno de sus miembros desde que se creó. Ya lo argumentaba Lucio Anneo Séneca: «El honor prohíbe acciones que la ley tolera». Como dice el artículo 1 de su cartilla: «El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil, debe por consiguiente conservarlo sin mancha, una vez perdido no se recobra jamás». Afortunadamente la Guardia Civil es más grande que la suma de todas sus ambiciones individuales. Es por lo que reivindico la pequeña ética de todos los días, ya que sin ella se tiende a caer en la deshonestidad. Por otro lado creo que ese valor de culto al honor debe acompañar tanto a la permanente innovación que ya se asume como institución que vive la realidad del momento, como a las estrategias que se diseñen de cara al futuro.

Es indudable que la sociedad está en permanente evolución y por ello resulta lógico que las organizaciones estén en una constante adaptabilidad al momento que viven. La Guardia Civil no es ajena a ello, pero los muchos cambios sin hechos que lo justifiquen provocan a la larga una anarquía orgánica. Es mejor mantener lo que funciona que establecer una opción por ser simplemente nueva. Lo dijo el Almirante francés De Belot: «Cualquier organización es valida siempre que sea respetuosa con ella». La Guardia Civil, a lo largo de sus ya 181 años de existencia ininterrumpida, ha emprendido cambios tanto en su organización como en su política de personal que habrán gustado más o menos, pero la historia ha demostrado que cuando esos cambios se han llevado a cabo por intereses personales o ideológicos, el resultado habrá sido positivo para los que los promovieron, pero no precisamente para la Institución.

Una organización que posea la capacidad de análisis autocrítico y de evolucionar con los tiempos no puede hacerlo mediante el sacrificio de los principios que dan sentido a su existencia, so pena de morir. El carácter militar de la Guardia Civil hace que la jerarquía y la disciplina sean consustanciales en su quehacer diario, y es así como ha conseguido el respeto social que se le brinda, pero la disciplina debe exigirse tanto al que está obligado a ella como al que la exige, y en cualquier caso no olvidando la primacía del honor.

La historia demuestra que una vez que se emprende el camino de la cesión ante imposiciones arbitrarias, la arbitrariedad vuelve. Desgraciadamente, la Guardia Civil pierde como institución cuando se presta a la banalización de su condición castrense. Hacía referencia al principio a los comportamientos indeseables de algunos de sus miembros buscando su interés personal; indudablemente se le deben exigir la responsabilidad individual que corresponda, y ya se encarga la propia Institución de ello. No obstante lo anterior, hay que tener en cuenta que la honorabilidad institucional se ve afectada tanto por las conductas deshonrosas de algunos de sus miembros, como también por la de aquellas otras que con capacidad de influencia en la misma, la ejercen respondiendo a intereses ideológicos, personales o coyunturales que nada tienen que ver con el objetivo de prestar un mejor servicio a la Guardia Civil en particular y a la sociedad en general. La disciplina no debería ser un argumento para dejarse llevar por esa influencia. Ser disciplinado no es el arte de evitar las responsabilidades, sino encontrar el espíritu de las órdenes, y actuar en consecuencia.

Viene al caso citar unas palabras del Teniente General Fernández Campo, secretario general de la Casa Real en su despedida: «...servir con el sacrificio de opinar lo que se siente, aunque algunas veces sintiera tener que opinarlo...». Afortunadamente el prestigio de la institución no está en las élites que la dirigen, que también, sino que depende en más de lo que se cree, de la calidad de los hombres que portando un uniforme la representan en la calle. Ahora bien, la salvaguarda de ese prestigio también debe ser una responsabilidad compartida, tanto por el poder político que la dirige como por la propia sociedad.

La Guardia Civil ha demostrado la calidad de sus miembros, la está demostrando y la demostrará en el futuro porque está en la esencia de la institución, y se hace visible en el trabajo diario de sus hombres y mujeres a lo largo de toda la geografía española y mas allá de sus fronteras. Y su prestigio no es casual, se ha adquirido con los valores fundamentales que impregnaron su nacimiento, conservados, adaptados y actualizados, y su continuidad se apoya en la confianza que nos ofrece su validez para afrontar los desafíos del futuro.

Los retos pueden ser nuevos, los instrumentos también, pero los valores de los que depende su éxito, el honor y la honradez, el valor, la integridad y el juego limpio, la lealtad y el espíritu de sacrificio, son viejos, cosas reales. Han sido el callado motor de su progreso a lo largo de la historia. Es posible que en algunas ocasiones lo coyuntural dificulte el saber hacia dónde vamos, pero lo que no debería ocurrir es que no seamos conscientes de saber de dónde venimos. La Guardia Civil es una institución benemérita y querida, la define lo que ha sido, es y será, su capacidad de adaptación y su permanente vocación de servicio. Es por ello que sus miembros deben darse cuenta de la responsabilidad que asumen para mantener el legado recibido. Estoy convencido de que será así porque entre otras razones el honor sigue siendo su divisa.

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