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España lleva los últimos años, precisamente los tiempos cruciales de la crisis y el comienzo de la recuperación económica, sometida a los vaivenes de la política, en un eterno bucle electoral con unos efectos directos, la mayoría de ellos negativos, sobre la actividad del país y de sus ciudadanos. El asunto político de estos días se puede enfocar desde diferentes perspectivas. Si le preguntásemos a personas preocupadas sobre todo de sus tareas, sus pequeñas empresas, su futuro y el de sus familias y de su porvenir, probablemente una mayoría sería contraria a involucrar a España en un nuevo proceso electoral, con el adelanto de las Generales, también de unas autónomicas en Andalucía y de las municipales de mayo, sin olvidarnos del impacto catalán que está arrastrando por el fango el prestigio político español (el catalán lleva en la inmundicia mucho tiempo). «Que nos dejen de una vez por todas en paz», podría reclamar cualquier autónomo o currante.

Pero lo cierto es que es imposible evadirse de los efectos de la política y, si nos atenemos sólo a los hechos, España no se puede permitir el lujo de tener un partido en el Gobierno con la corrupción hasta el cuello y un presidente del Gobierno haciéndose el hombre florero (como las mujeres de algunos corruptos de la trama Gurtel) con importantes cargos públicos y orgánicos en aquellas fechas de los sobres, el dinero negro, las comisiones y el robo a manos llenos y diciendo hoy que él no sabía o intuía nada. Es como tener un Jaguar en el garage de casa y no preguntarse cómo ha llegado hasta allí. O ir a un mitin multitudinario y no cuestionarse quién, cómo y con dinero de qué color se pagaba todo ese dispendio.

A muchos les gustaría que Rajoy siguiera al frente del Gobierno hasta el final de la legislatura y que el país siguiera trabajando por su crecimiento económico. Pero es tanta la basura bajo los pies de Rajoy que los ciudadanos, como tendrían que haber hecho Aznar, Rajoy o Arenas, por decir sólo algunos de los pocos que aún no han entrado investigados en un juzgado, no podemos hacernos los locos, como si no pasara nada.

El país, España, necesita hoy estabilidad, económica, social y política, pero en la vida la dignidad nunca se puede condicionar a otros intereses. Rajoy -del que creo que es un buen presidente- no puede pretender seguir como si nada nadando en un mar de corrupción. Él, Rajoy, forma parte, aunque intente obviarlo, de un proyecto político con mucha gente honrada, pero con muchísimos, demasiados, corruptos.

Rajoy debería pedir perdón, reconocer que el PP ha robado a manos llenas y hablar con los partidos dispuestos a trabajar por España y su estabilidad. ¿Sigo o adelanto las elecciones? Debería preguntar Rajoy. Si Pedro Sánchez (capaz de todo, absolutamente de todo, por llegar al poder) llega a presidente con la ayuda de intependendistas y soberanistas no sólo será culpa de Pedro Sánchez. También lo será de Rajoy por su afán. Sé fuerte Rajoy y da la cara, habría que decirle al presidente.

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