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Hartazgo

Hartazgo

Quizá nos hallemos próximos a la Europa de las regiones o los reinos de taifas, esto es lo mejor para los grandes monstruos intergalácticos, que babean con cada paso que damos hacia atrás

JOSÉ LUIS RAYA

Lunes, 13 de enero 2020, 07:26

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Desde aquel día caótico del referéndum ilegal, las noticias sobre el segregacionismo han sido tan constantes e insistentes que muchos ciudadanos pasaron de la crispación permanente a la más sofocante apatía. Cada vez van quedando menos los que enarbolen la unidad y el europeísmo, puesto que casi nadie dispone del efectivo -no ya contundente- dique que frene a tanto energúmeno suelto en busca de un suicidio colectivo, cuya mano ditirámbica arrastraría a más de cuarenta millones de personas que, ante tanta desidia, ya no valoran su bienestar social. Alguien comentó en los medios que le resultaba inconcebible tanta reivindicación soberanista en un marco claramente próspero y bien situado. Tan solo el aburrimiento puede explicar tanta reivindicación -diría Kierkegaard-; no la necesidad precisamente. La base egocentrista y supremacista cada día queda más en evidencia. El desquiciante e infranqueable 'torreón' sigue reivindicando hasta el norte de Murcia, y ante tanta psicopatía acumulada lo más llamativo es que continúe vindicando hasta lo más delirante. Aún no se atreve con la parte gala, puesto que el sentido de unidad de allende los Pirineos no tiene nada que ver con el sentido de la imbecilidad de esta zona sureña, que no actúa para no enfadar a determinados sectores, con lo que la parte ultra sigue engordando como una vaca-burra, zafia y grotesca.

Esta inverosímil dualidad de actuar sin intervenir, hacer sin deshacer y observar sin señalar, permite que se siga reactivando esta agria y anacrónica postura soberanista, que solo mira su propio e inagotable interés y su exacerbado egoísmo. Partidario del buenismo de antaño, uno empieza a aducir que se ha llegado a un fangoso e inextricable callejón sin salida, precisamente porque se ha alimentado a esa pequeña bestia durante años, lustros y décadas con todo tipo de prebendas y dádivas, no tanto para conseguir algún beneficio mutuo como para ocultar toneladas de basura que aún siguen engrosando los cofres privados de allende. Las corruptelas han cabalgado a lo largo de toda la Península, impelidas seguramente por los mismos dirigentes que hemos votado, los que regañaban sonriendo y pensaban más en los votos que en el bienestar general. Y resulta que aquel pequeño Gremlin se ha transformado, tras décadas cebándolo con el pienso de la soberanía y la altanería, en un Ogro amorfo y sediento de venganza, cuyo lastimero y ruin victimismo es sin duda su mejor arma de ataque, el cual ha sido muy bien entendido por la comunidad internacional y por la otrora pétrea Unión Europea, con cuya decisión fomentará y creará un suculento caldo de cultivo para bavieros, corsos, padanios, celtas, fenicios, turdetanos, euskaldunos, godos o extremeños. Quizá nos hallemos próximos a la Europa de las regiones o los reinos de taifas, esto es lo mejor para los grandes monstruos intergalácticos, que babean con cada paso que damos hacia atrás, a saber China, Rusia y EE UU, agazapados para dar su último zarpazo a la tan temible Europa, ahora quizás risible por su patética vulnerabilidad, próxima a una ancianita beoda, antaño victoriosa y rica en oropeles, la que fue cuna de civilizaciones y crisol de pródigas culturas.

La balcanización fue el primer paso. La madre Europa no ha sabido mantenernos unidos, ya se ha consumado prácticamente el Brexit, y por aquí algunos braman glorias pasadas, como si fuésemos una superpotencia comparable a los arrogantes británicos. La misma arrogancia que exhiben los inigualables indis, tocados por una pléyade de divinidades que los conducirán a la victoria final y los liberará de las garras del opresor que no los deja ni respirar. Menos mal que no viven bajo el yugo de Rusia, Alemania o Francia.

Pues bien, va llegando el momento de buscar soluciones, no parchear el asunto para que barrunten de nuevo cada año, como las berreas. Si la masa indiferente se cruza de brazos a ver si el conflicto se soluciona solo, se podría permitir una suerte de referéndum nacional, puesto que nadie quiere (supongo) que se juegue con el pan de sus hijos. Esa escisión supondría un desplome en cadena de toda nuestra economía; aunque algunos necios no quieran considerarlo, nos adentraríamos en una crisis peor que la del 2008. Que se dejen ya algunos de tanta banderita y ego patrio, que el asunto es mucho más serio, puesto que al final el que paga el pato es el pueblo y los más desfavorecidos, luego llegará el paro y la subida de impuestos y todo eso que muchos conocen perfectamente, sin embargo hay una gran mayoría que ya no actúa, ni se mueve, ni reclama, ni allí, ni aquí. Parece como si ya hubieran sido anestesiados por la pastosa indiferencia.

Es posible que tarde o temprano se celebre la célebre consulta, debido al descarnado empeño de unos en ello y la fría pasividad de otros. Quizás muchos se sorprendan con esos asombrosos resultados, producto de la desidia, la desazón y el hartazgo.

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