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¿Estamos haciendo los deberes?

Los datos de empleo de los dos últimos meses, el colapso de varias aerolíneas y las expectativas no cubiertas de ocupación abren interrogantes sobre la situación del turismo

Héctor Barbotta

Marbella

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Domingo, 8 de octubre 2017, 10:05

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La interpretación más extendida es que en esta ocasión el termómetro al que más se suele recurrir dio señales equívocas y alimentó expectativas que no se cubrieron. Se suele afirmar que para saber cómo marchará la temporada turística no existe mejor encuesta ni estudio más acertado que analizar los resultados de la Semana Santa. Si la ocupación y el gasto en esos días han ido bien, entonces el verano se comportará igual de bien; si la Semana Santa ha ido floja, lo mejor es rebajar las expectativas ante la temporada alta.

Este año, Marbella en particular y la Costa del Sol en general arrojaron unos resultados excepcionalmente buenos entre el Miércoles Santo y el Domingo de Resurrección, por lo que se preveía un verano extraordinariamente bueno. En los meses de primavera, el turismo también tuvo un comportamiento al alza, pero cuando se esperaba que agosto confirmara todo lo que se venía insinuando, los resultados reales se quedaron cortos.

No es que haya sido un mal verano, pero en los hoteles reconocen que las expectativas tan altas no se han cubierto. Muchos establecimientos, para cumplir con sus previsiones de ocupación, se vieron obligados a bajar precios porque las habitaciones no se llenaban y toda la infraestructura ya se había puesto en marcha con esa expectativa tan alta. El que falló, aseguran, fue el cliente nacional, el reaseguro de cada temporada que este año no respondió a lo que se esperaba.

¿Qué es lo que sucedió? Es posible que solamente estemos ante una situación de expectativas no totalmente satisfechas, pero algunas señales pueden estar indicando una crisis más grave que evidentemente no afecta solamente a Marbella, sino al conjunto de la industria turística.

La señal de alarma más estridente llega desde las compañías aéreas. La quiebra primero de Air Berlin y después de Monarch y las miles de cancelaciones de Ryanair, que han convertido los tickets de esa aerolínea en algo tan vinculado al azar como un billete de lotería. En los primeros años de este siglo, el turismo pareció encontrar su arca de la alianza en las compañías de bajo coste. De un día para otro y gracias a la comercialización simplificada que permitía Internet comenzaron a florecer aerolíneas que reducían el precio de los billetes mediante la fórmula de eliminar servicios para los pasajeros. Viajar se convirtió en algo más barato y también más incómodo. En poco tiempo, las nuevas compañías jubilaron a las clásicas, que sólo fueron capaces de mantenerse en las rutas de larga distancia y se vieron en la tesitura de copiar a sus rivales para poder sobrevivir en los vuelos domésticos y de media distancia. No todas lo consiguieron.

La situación que se está produciendo ahora, consecuencia de una competencia salvaje en un sector que seguramente debería estar más o mejor regulado, abre no pocas incertidumbres y el interrogante sobre si no habremos estado asistiendo durante los últimos años al crecimiento de una burbuja en el sector, alimentada artificialmente por subvenciones destinadas a dopar a algunos destinos, bajas tasas en aeropuertos remotos y reducción bestial de costes.

Por otro lado, lo que se ha venido en llamarse eufemísticamente economía colaborativa ha permitido la irrupción de otro fenómeno que no es nuevo, pero al que las nuevas modalidades de comercialización que permiten poner en contacto a quienes ofrecen y a quienes demandan servicios han disparado hasta convertirlo en un actor principal de la industria: los apartamentos turísticos.

Hasta hace no mucho tiempo podía creerse que se trataba de un fenómeno que no afectaría de manera importante a Marbella, o al menos al segmento de más alta calidad que constituye el santo y seña del turismo en la ciudad. A veces las valoraciones son apresuradas y tienden a subestimar la potencia de los nuevos productos. Este año ya se ha empezado a sentir la incidencia del alquiler vacacional también en el tramo más alto del poder adquisitivo, un enemigo inesperado que ha cogido a algunos hoteles por sorpresa. No han sido pocos los que han tenido que bajar precios para alcanzar la ocupación prevista.

Y todo ello en un momento en el que la coyuntura internacional, con muchos de los destinos competidores convertidos en un polvorín, sigue siendo favorable.

Posiblemente sea el momento de preguntarnos si más allá de aprovechar una situación internacional que nos favorece estamos haciendo los deberes para estar preparados para cuando el panorama cambie.

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