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Hablar bajito

El alcalde mediante el susurro sometió a todo aquel fórum en un delicioso modo zen

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Viernes, 5 de octubre 2018, 07:52

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La última aventura del alcalde de Málaga ha sido practicada de forma dialéctica ante un grupo de afortunados que se encontraban en el Nueva Economía Fórum, un no-lugar estupendo en el que te invitan a desayunar mientras que personas importantes se suben a un escenario a decir cosas más o menos relevantes sobre un tema particular. A veces, por las fricciones que provoca tanto poder junto, se improvisan debates muy jugosos, y la parte más divertida de estos foros, si es que la hay, se produce cuando los asistentes hacen una pregunta que, pasado el correspondiente filtro, se hace pasar al invitado, si se quiere de forma anónima. En ese momento y preguntado por el ruido, el alcalde volvió a adoptar su mítico papel y recomendó a la población hablar bajito, tratando de convencer con un experimento práctico en el que, mediante el susurro, sometió a todo aquel fórum en un delicioso modo zen.

De primeras, el intento de plantear una pedagogía del silencio en nuestra ciudad es plausible. Vivimos en una de las ciudades más ruidosas de España, a su vez uno de los líderes de ruido en el mundo. En Málaga se ha dicho siempre que la gente está hueca. También lo están los visitantes. El alcalde tiene razón cuando señala que el griterío es constante en la cultura mediterránea, por eso resulta llamativo que atienda a algo tan intrínseco en lugar de ponerse a trabajar en mejorar lo que sí puede hacerse. Por eso el contexto que envuelve este consejo del abuelo cebolleta es ese, la rueda de decir que se va a hacer algo, prometerlo, esperar que pase el tiempo y luego no hacer nada por marcha atrás o por pura contradicción. Mucho instalar medidores, encargar estudios, organizar mesas o aprobar, retirar y volver a aprobar la consideración del Centro y de El Romeral como Zonas Acústicamente Saturadas que responde a la onomatopéyica abreviatura de ZAS. A la hora de la verdad, nada.

En Málaga el ruido que genera el habla es solo una parte del problema. Hacen ruido los camiones de la limpieza, las condenadas motos con escape libre o los conciertos en la calle, ya sean estos ofrecidos por un acordeón o por una 'big band' al completo. Esta es una ciudad que tiende a la megafonía, que tiene la navidad más ruidosa de Europa. Se protege el ruido que genera la hostelería pero se aplica mano dura cuando el sonido lo emiten unos niños haciendo deporte en el colegio. En esta ciudad, una en la que la peatonalización trajo más estridencia, se llegó a plantear que los altavoces de las playas emitieran música. Y mantenemos ese punto cero del ruido que es el fastidioso túnel de la Alcazaba, cuya insonorización llevan estudiando desde el mismo día en el que se inauguró. Lo que cabe decir aquí es que el propio Ayuntamiento, bien por acción o por omisión, ha alentado durante años el ruido, a veces hasta niveles insoportables. Es entonces cuando el buen consejo del alcalde se transforma en un puro simulacro.

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