Hablar con un agente
VOLTAJE ·
Nosotros podemos sentir el amor, mientras que las máquinas sólo pueden nombrarloHay pocas cosas más desagradables en esta vida moderna que tener que explicarle tus problemas a una máquina; sentir una necesidad técnica ante cualquier contratiempo, ... marcar un número de teléfono de atención al cliente (a veces sin coste, otras no) y que una fina locución te despache con la misma frialdad de una producción en cadena, cuando como todo el mundo sabe los problemas que tenemos cada uno de nosotros son únicos e intercambiables. La desesperación a veces es total: lo más parecido que hay en el mundo a llamar a Salud Responde.
El Gobierno ha aprobado una ley de Servicios de Atención al Cliente en la que se regula el derecho de los consumidores a ser atendidos por un ser humano, y no por una máquina contestadora. En el caso de que la empresa tenga más de 250 trabajadores o una facturación considerable deberán responder siempre con 'personas físicas', como si en la vida real, más profunda que en las resoluciones de Hacienda, hubiera otro tipo de individuos más allá de los que vemos (esto me recuerda a una conocida que fardaba de ser 'amiga personal' de una famosa escritora, como si hubiera una cualidad de amistad que fuera diferente a la personal y, por lo tanto, peor).
La ley, sin embargo, no dice nada respecto a la posibilidad de que te responda una persona estúpida, que es algo que a veces pasa, sobre todo en las aseguradoras. Hasta ahora, hablar con un robot te garantizaba la seguridad de ser atendido incluso en el caso en el que se hubiera exterminado la humanidad, pero también despertaba situaciones ridículas como cuando un padre pedía comida china a domicilio y pronunciaba todas las palabras de una manera nítida hasta el extremo, como si todas las sílabas estuvieran acentuadas y hablando muy alto, bajo la premisa de que todas las personas físicas que hablaban un idioma extranjero, especialmente los chinos, eran, en realidad, personas sordas.
El Foro Económico Mundial publicó un informe el año pasado que aseguraba que los robots y los humanos nos repartiremos el trabajo por igual a partir de 2025. Peligran los traductores, los conductores o los mensajeros; esta semana hemos visto que hay robots absurdos que llevan los platos a la mesa, aparatos con pilas que ofrecen mayor satisfacción que un amante y conversaciones más profundas con Alexa que con la pareja. Esta ley corrobora que la inteligencia artificial no es, por ahora, mejor que la nuestra. Nosotros podemos sentir el amor mientras que las máquinas sólo pueden nombrarlo.
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