Una guerra de puertos
La competencia es feroz por ganar -o no perder- mercado y amenaza con alterar un futuro sólo dibujado
El sol vuelve a salir con fuerza por Antequera, de donde nunca se ha marchado. Ya era así cuando hace dos mil años los romanos ... dieron cuenta de aquel vetusto acierto urbano al que pusieron Antikaria porque ellos también leyeron los dólmenes. Después de más de una década bajo los nublados espesos de la crisis y de todo lo que se congeló en esta larga noche, grandes proyectos como el del puerto seco salen del letargo y de una compleja tramitación ya próxima a concluir que debe permitir este mismo año el comienzo de las obras. Las proporciones y cifras de este gran nudo de transporte -habrá que resignarse a llamarlo 'megahub'- son mareantes, pero tranquiliza saber que nacen de las proyecciones y análisis de quienes se juegan los cuartos moviendo el comercio mundial más allá de cualquier fiebre localista o cargo político. El puerto seco no entra en el catálogo de las grandes ensoñacionesdel pelotazo que tuvieron parada y fonda en Antequera, como aquel aeropuerto privado que dio pasos en su tramitación vinculado a una 'Seseña' residencial. Hoy habría corrido mucha peor suerte que los polígonos industriales y parques empresariales, otra fiebre del oro no sólo comarcal que también hizo de las suyas. La iniciativa privada liderada por Acotral es el motor del puerto seco, una apuesta a la que el impulso público por sí sólo no habría sido capaz de poner un calendario creíble para un sector que busca como todos las mejores oportunidades, además de la geografía. De los mensajes a los planes estratégicos y de ahí a los presupuestos públicos, el puerto seco sólo en manos públicas sería una quimera como lo puede ser el tramo del corredor ferroviario Algeciras-Bobadilla si no recibe un gran impulso más allá de anécdotas presupuestarias.
El ambicioso proyecto del puerto seco depende de ese eje, pieza clave para el sacar de su aislamiento el gran puerto atlántico, pero no sólo de eso. Sería ingenuo pensar en una foto fija de Algeciras como el gran puerto europeo del atlántico meridional cuando Portugal juega tan fuerte en Sines y el Gobierno español muestra una diligencia inversora cuando menos curiosa para conectar con él el centro peninsular. Bobadilla está en el kilómetro cero del transporte internacional, pero no es el único 'kilómetro cero' en esa mitad de la península donde los puertos de Huelva y hasta el de Sevilla, unido por tren con Sines, quieren jugar en primera y toman ya decisiones en la nueva era de un canal de Panamá agigantado. Gobierno central y Junta rinden obediencia a la planificación transeuropea en la península, pero la competencia entre puertos es feroz por ganar -o no perder- mercado y puede alterar un futuro sólo dibujado. Y ahí pugnan prioridades inversoras y agravios ante los que resulta muy difícil imaginar el 'todos ganan'. La geografía es implacable, pero también lo es planificar el ritmo de grandes nudos de transporte asomados a una guerra comercial donde la política se pone de perfil según el lugar.
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