La guerra se libra desde casa
VOLTAJE ·
La guerra se libra en cadenas de comida rápida, marcas de refrescos y tarjetas de créditoBajar la calefacción y no acumular aceite de girasol son dos de nuestras misiones en esta guerra. «Corten el gas en sus casas, disminuyan la ... dependencia de quien ataca a Ucrania», ha dicho el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, en un alegato en el que ha pedido una «movilización de los espíritus» para no dar más alas, ni más armas, al diablo. El 45% del gas que se consume en Europa es de Rusia. En algunos países, la dependencia es total. Trump recuerda que sugirió que había que hacer más prospecciones para aminorar la sumisión energética. Las renovables le pasaban por la cabeza solo para despeinarle. El autoabastecimiento estuvo de moda en una época en la que todavía estaba nutrido el movimiento antiglobalización. Ahora la guerra sucede en cadenas de comida rápida, marcas de refrescos y tarjetas de crédito.
La guerra se libra desde casa. ¿Es ese el título de una película mala, o de una novela? No lo sé, pero hoy en día es tan cierto como que las columnas no se escriben solas. En los supermercados siempre se toman posiciones. Ojo con la gente, que es muy exagerada. Pasó con el papel higiénico. Ahora hay casas con suficiente aceite de girasol como para que todos sus integrantes se bañen en él. La ley de la oferta y la demanda ha hecho subir los precios, pero la condición humana le ha dado un empujoncito. Pagar un dineral de gas se suma a pagar otro de electricidad y más todavía de gasolina. Los precios ya estaban subiendo antes, y ahora parece que la culpa de todo la tiene la guerra.
No es que las sanciones nos la estén poniendo a nosotros, es que nosotros mismos podemos ponerlas. Hay que castigarles con el yugo de nuestra independencia. Practicar el comercio justo. Cerrar un poco el grifo con la esperanza de que sirva para algo, como cuando reciclamos, y bajar la temperatura algunos grados. Claro que eso es más sencillo aquí, cerca de la costa, que en donde no está parando de nevar.
Dicen que la política es una cuestión de gestos. Pues la guerra también lo es. Europa entera tiene que volcarse en un acto conjunto de solidaridad y eso atañe al interior de nuestros hogares. Hoy han alertado de que la acogida de ucranianos en nuestras casas no suele salir bien. No sería el primer acto de bondad que termina con una tentativa de agresión. Me he acordado de Berlanga, claro. A la pena y al asco se le juntan el miedo y el frío en una existencia que sobrevive entre crisis que se amontonan y que se revuelven de manera simultánea.
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