Greta en contexto
¿Hacia dónde vamos? ·
BERTA GONZÁLEZ DE VEGA / PERIODISTA
Domingo, 8 de diciembre 2019, 09:37
La casualidad ha hecho que salgan a la luz los resultados del último PISA coincidiendo con el seguimiento a la aventura oceánica de Greta Thunberg, de camino a la cumbre del clima en Madrid. La comprensión lectora deja mucho que desear en muchos de los países occidentales, según la prueba de la OCDE. Que los quinceañeros son incapaces de distinguir hechos de opiniones en un texto con el que no están familiarizados es una de las conclusiones del informe. Son esos datos los que hacen posible que la niña sueca haya desatado esas olas de admiración por frases que casi nadie se ocupa de chequear, como las 100.000 especies en extinción anuales. Aunque también hay adolescentes que saben que es mejor darlas por buenas y que siga la fiesta sin clase durante algún viernes.
Si falla la comprensión lectora, también lo hace la lógica en el razonamiento. Un aspecto fundamental para tratar de entender lo que se lee es ser consciente del contexto y, en el caso de los guerrilleros del clima, como los bautizó Al Gore en una cita en Sevilla auspiciada por Rodríguez Zapatero, nunca parecen tener en cuenta al planeta en su conjunto. No nos solemos percatar de que, aunque Greta Thunberg hable del mundo, de la Tierra, de la ausencia de plan B (la emigración a Marte no parece factible a corto plazo), suele ser una etnocentrista occidental que sólo se dirige a la clase media alta de Europa y de América. Quizás por eso, su viaje de ida a América corrió a cargo de Pierre Casiraghi, hijo de Carolina de Mónaco.
Si los seguidores de esta adolescente y de los que pretenden solucionar con medidas económicas tajantes las previsiones de modelos matemáticos más pesimistas con el clima tuvieran en cuenta el planeta, se percatarían de que los sacrificios que pretenden exigir a países como China e India suenan absurdos. El sudeste asiático ha sacado a millones de personas de la pobreza en las dos últimas décadas produciendo barato para Occidente y parece lógico que les pueda tocar a ellos empezar a disfrutar. Cualquiera que haya estado en una gran ciudad india sabe del daño de la contaminación, de cómo de negra se vuelve una toallita después de pasarla por la cara tras un día callejero. Los indios están convencidos de la necesidad de recortar emisiones, por eso, por ejemplo, confían en la energía nuclear, anatema en cada vez más países europeos.
Si falla la comprensión lectora, también lo hace la lógica en el razonamiento
Nadie niega la necesidad de luchar contra la polución, pero cosa distinta es aceptar medidas económicas que supongan subida de impuestos que encarezcan bienes y servicios a los que se han acostumbrado las clases medias occidentales, sin que muchos del resto del mundo hayan tenido tiempo de catarlas. Es más fácil, en una redistribución del gasto público, gastar bien en investigación para que los aviones contaminen todavía menos que pedirle ahora a la clase media española que deje de viajar en crucero o coger vuelos 'low cost'. Una visita al Museo de la Aviación, al lado del actual aeropuerto de Málaga, nos proporciona una idea del lujo que suponía volar en los años 50: allí se conservan billetes a Argentina con su precio y es fácilmente deducible que sólo unos pocos se podían montar en esos aviones donde el menú se anunciaba con cartas de tapa dura y reproducciones de los grandes maestros de la pintura española. Occidente es ahora aquella clase que se permitía volar entonces diciendo al resto de la población que no puede aspirar a hacerlo porque contamina mucho.
En Occidente hemos cometidos excesos horteras como recoger a los niños a la misma puerta del colegio en cuatro por cuatro de alto consumo, pero cualquiera que haya visto el precioso documental 'Camino a la escuela' debería concluir que no se le puede exigir a los países que no han alcanzado nuestro desarrollo que renuncien a él. La cinta narra las aventuras de algunos niños indios, keniatas, argentinos o marroquíes para ir caminando o a caballo al colegio a diario. Y, por ahora, el sistema capitalista es el que está sacando a más pobres de su situación.
En el libro 'Camino al carácter', del columnista del 'New York Times' David Brooks, se cuenta cómo el profesor de la universidad de Notre Dame Christian Smith preguntó a muchos alumnos por dilemas morales a los que se hubieran enfrentado recientemente. «Dos tercios de la gente joven o no sabían describir un dilema moral o describieron problemas que no eran morales en absoluto», explica Brooks.
Con este dato y el de comprensión lectora de PISA, se entiende perfectamente que a muchos jóvenes, ¡y adultos!, no les cause ninguna inquietud que una niña sueca diga que los políticos le han arruinado su infancia antes de subirse a un catamarán de un miembro de la familia real de Mónaco. A las minas de coltán del Congo, donde mueren niños sacando minerales para los móviles que comparten los discursos de Greta, no se puede llegar en un velero. Pero la sueca y los guerrilleros del clima no se dirigen a ellos, claro, sólo a los europeos que se sienten bien porque están muy indignados con el efecto de las emisiones del CO2 dentro de 20 años y no con la destrucción del arco del Orinoco en Venezuela. Sólo por ejemplo.
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