LA GRAN FAMILIA
UNA de las más acuciantes necesidades de Marbella es la apertura de una residencia para personas mayores. La cesión de un inmueble histórico por parte ... de la familia Álvarez hacía presagiar una satisfactoria solución, pero los años pasan y abundantes trabas mantienen paralizado el proyecto. En los tiempos en que a este sector de la población se le denominaba ancianos o tercera edad, Marbella contó con una residencia gracias a la iniciativa de un ciudadano austriaco y el apoyo de la iglesia local. En el mes de agosto de 1965 se inauguró la residencia parroquial de la tercera edad 'Fundación Jaeger'. Atrás quedaron largos meses de trabajo, esfuerzo y dificultades que se habían iniciado dos años antes. Eran los comienzos del auge turístico de la Costa del Sol. Marbella se encontraba experimentando una de sus más profundas transformaciones que, entre otros muchos aspectos, quedaba patente en el constante aumento de residentes extranjeros. Uno de ellos era el austriaco Sr. Jaeger, quien propuso al entonces párroco de Santa María de la Encarnación, y futuro arcipreste, don Rodrigo Bocanegra Pérez, la construcción de una residencia que recogiese a los ancianos más necesitados, corriendo él con el coste de las obras. El hecho de que este ciudadano aportase la necesaria inversión para la construcción del recinto se apoyaba en un motivo absolutamente emocional: la madre de Jaeger había fallecido en un campo de concentración de Siberia durante la Segunda Guerra Mundial. En su memoria y en la de cuantos fueron víctimas de estos horrores, quiso paliar el estado de desamparo de un grupo de ancianos de Marbella. La idea fue muy bien acogida por monseñor Bocanegra, cediendo el espacio suficiente para levantar el edificio. Se ocupó una parte de los talleres de artesanía que la iglesia poseía entre las calles del Viento y Trinidad y que empezaban a resultar demasiado amplios, puesto que un buen número de sus trabajadoras habían encontrado mejores empleos en la floreciente industria hotelera del momento. Recientemente, con el abogado, experto en extranjería, Ricardo Bocanegra (sobrino del párroco Bocanegra) evocaba la figura de quien sería fundamental en el desarrollo de la residencia y su cara visible, Maruja Espada, siempre entregada a sus ancianos; como ella decía su «gran familia» o la «familia numerosa». Seguramente su actitud y actividad diaria se encontraba teñida de matices de santidad. Maruja también se encargaba de la «residencia de señoritas», que daba alojamiento a jóvenes que llegaban a Marbella para trabajar. Fue otra de las iniciativas del párroco. Maruja Espada recorría la ciudad en bicicleta para llevar a cabo las compras y diversos trámites cotidianos. Ese medio de desplazamiento lo cambió cuando, gracias a un concurso de una conocida marca de detergente del momento, ganó un coche. Siempre necesitada de recursos para hacer frente al abastecimiento diario de la residencia, organizó una rifa que tenía como premio su emblemática bicicleta; recaudó más de cien mil pesetas. La media de ancianos que albergaba estaba en torno a los veinte y algunos más que, sin vivir en las instalaciones, acudían diariamente a comer. Resultaban fundamentales las donaciones particulares y las de instituciones como diversas hermandades y cofradías. Algunos de los residentes recibían pensiones de escasa cuantía: varios de catorce mil pesetas (poco más de 84 euros) y algunos de veintidós mil pesetas (unos 132 euros). No faltaron los matrimonios. Con el tiempo las instalaciones se fueron quedando obsoletas, sin poder hacer frente a las condiciones habitacionales y sanitarias que los tiempos iban requiriendo. El obispado de Málaga optó por clausurar la residencia, a finales de los años noventa y aumentar la capacidad del Colegio Concertado Monseñor Rodrigo Bocanegra, necesitado de nuevas aulas para la implantación de la Secundaria. Durante años el espacio fue extraordinariamente bien aprovechado porque acogió las aulas de la Agrupación Mixta Parroquial (futuro colegio Bocanegra), la residencia Jaeger y la residencia de señoritas. Cuando se construyó el nuevo colegio, a comienzo de los años setenta, también se abrió un «hogar de la tercera edad», dependiente del Ministerio de Trabajo. Con la realidad actual del progresivo envejecimiento de la población las necesidades se multiplican y la situación en que se encuentra Marbella es muy deficitaria. Estos no deben ser tiempos en que nos confiemos exclusivamente a comportamientos caritativos o solidarios sino que debemos exigir realidades por parte de las administraciones públicas.
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