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Fernando Castro es un paciente de 59 años que, tras sufrir un intenso ictus hemorrágico, ha estado más de cuatro meses esperando ser trasladado al Hospital Marítimo de Torremolinos para recibir rehabilitación. Aunque contaba con informes favorables de médicos y fisioterapeutas que lo han atendido en el Hospital Regional (antiguo Carlos Haya), centro en el que ingresó en estado muy grave el pasado 23 de diciembre, el Hospital Clínico, del que depende el Marítimo, había negado en varias ocasiones el traslado. El argumento ofrecido para el rechazo era que el hospital de referencia del paciente es el Costa de Sol de Marbella. Aunque el asunto por fin se ha solucionado tras la mediación del delegado de Salud, Carlos Bautista, y Fernando Castro ya está en el Marítimo, algo falla en la sanidad pública andaluza cuando pasan estas cosas, cuando la burocracia se impone a la humanización. ¿Acaso es lógico que este hombre haya estado desde el 12 de marzo aguardando a que en el Clínico autorizasen el traslado? ¿Es que no se veía que a Fernando se le negaba una asistencia a la que tenía derecho y que, además, el retraso en recibir la rehabilitación podía jugar en su contra para tratar de recuperar movilidad? El ictus le ha dejado paralizada toda la parte derecha del cuerpo? ¿Cómo es posible que la falta de acuerdo entre dos hospitales la hayan pagando el paciente y su familia? Mientras que desde el antiguo Carlos Haya insistían en que el destino mejor de Fernando para la rehabilitación era el Marítimo de Torremolinos, en el Clínico no daban su brazo a torcer.

Es a todas luces inadmisible la situación por la que han pasando Fernando, su mujer (que ha estado siete meses viviendo en la habitación del Hospital Regional donde estaba ingresado su marido, durmiendo en un sillón y con la ansiedad de ver que chocaba contra un muro de hormigón en forma de trabas burocráticas) y sus hijos. Los pacientes no son objetos, son personas. Y se merecen el mejor trato posible. Una norma administrativa no debe estar por encima de los criterios médicos ni de los deseos de las familias de los enfermos. Si los profesionales que atendían a Fernando Castro indicaban que el Marítimo era el hospital al que debía ir y si su familia había dicho por activa y por pasiva que quería que la rehabilitación se la dieran en Torremolinos, ¿por qué el Clínico se empecinaba en lo contrario? ¿Es que no se podía haber resuelto este asunto mucho antes para evitar sufrimiento? Seguro que sí.

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