Feliz año seminuevo
Arranca el año. Atrás queda el cúmulo de luces, familias y regalos. Mañana comienza el propósito de enmienda. Las clases de inglés, los gimnasios, el ... cumplimiento de unos horarios y unas prácticas que la costumbre volverá a reblandecer dulcemente. Como siempre. Unas cuantas semanas para volver a ser los de antes. Al espíritu fraternal le quedan once meses hasta que la próxima campaña navideña lo vuelva a recuperar oficialmente y de modo rutinario, cutáneo. Ahora queda la travesía de un desierto que no es desierto.
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El año se presenta convulso. Dentro y fuera de España. Elecciones planetarias (USA) y elecciones autonómicas con ínfulas de plebiscito a Pedro Sánchez y al conglomerado pro amnistía. Disputa y arañazos en la derecha. Vox entregado a la extravagancia y al coqueteo con la violencia. Colgando muñecos y augurando el colgamiento real del presidente del gobierno. Volando a ras del suelo, y el PP disputándole esa zona oscura en uno de esos injustificables zigzagueos que no hacen sino reforzar la tesis socialista según la cual Vox y PP son hermanos de sangre. De sangre y fuego, que parece ser a lo que aspiran los aficionados a cavar trincheras. La cuneta y la trinchera como armas arrojadizas y como ideología embarrada.
Por la izquierda no anda la cosa más calmada. Pablo Iglesias no ha dicho la última palabra. A su ex pupila Yolanda Díaz le toca padecer el resentimiento de quien la aupó hasta la vicepresidencia del gobierno. Galicia es el primer trago de una pócima amarga. No será el último. La receta de la queimada gallega se puede adaptar a otras regiones y a otras instituciones. Al PSOE le puede acabar afectando esa guerra sorda en los extramuros de la izquierda. Y aunque ahora, desde las filas socialistas se mire con suficiencia o incluso con conmiseración a los jacobinos del recién nacido Izquierda Española, tal vez esos jacobinos les causen más incomodidades de las que ahora prevén. Izquierda Española no es el refugio de «esa gente de Nicolás Redondo» como despectivamente se dice desde el seno del partido. Más allá de que consigan el desembarco de antiguos cargos socialistas, de Ciudadanos o incluso de IU, el nuevo partido puede aglutinar una corriente de voto socialdemócrata y antinacionalista descontento con la política de Sánchez. Nada espectacular pero lo suficiente como para dañar al PSOE en la ajustada aritmética electoral. Lo dicho. Un año con vocación tormentosa y en el que florecerá mucho de lo sembrado previamente y que, salvado el paréntesis navideño que hoy se cierra, nos sonará a música ya conocida. La sensación es que el año que ahora empieza tiene poco de nuevo.
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