El éxito improbable de 'El Sonido de la libertad'
Ojalá el cine aprenda también que cuando una película toca una denuncia de actualidad hay millones de personas a las que les gusta reflexionar
Hay cosas que saben muchos y de las que apenas se habla. No se dan ruedas de prensa, no se ofrecen estudios y no hay ... intención de crear cierta conciencia. Pero están ahí. Incómodas. Parte del peor paisaje social que pretendemos ignorar. No tienen solución fácil, no figuran en ningún programa electoral. En parte, sólo en parte, porque los más afectados no votan. Jamás lo harán. De tratar de arrojar algo de luz se encarga la sociedad civil más libre y menos subvencionada, o sea, la verdadera. Es el caso de los que se ocupan de los menores en las situaciones más dantescas y, de todas ellas, las redes de prostitución son la peor, sin duda. Vidas machacadas para siempre si no media un remedio caritativo que actúe con eficacia.
Los productores de la película 'El sonido de la libertad' lo saben. Que muchos hubieran querido que siempre fuera 'El sonido del silencio', como aquella canción de Simon and Garfunkel que en muchas parroquias se reconvirtió en canción de guitarra y coro religiosa. El taquillazo de la temporada es de esas historias que nos reconcilian con los quijotes que se empeñan en un causa. Que saben que hay que perseverar porque la razón está de su parte. Que tienen el empeño de sortear todos los obstáculos posibles. Creen que el público va a responder y aciertan, superada la primera barrera de poder estrenarla en un puñado de salas en EEUU, primero, y después en el resto del mundo. Ahora en las pantallas de España.
También es una señal de que al público, en demasiadas ocasiones, se le toma por idiota y resulta que, mira tú, pues no lo es. Se le ofrece un producto inquietante, un héroe admirable, y los espectadores tienen ganas de reflexionar y de admirar. No todo va a ser ir vestidas de rosa a Barbie. El público ha respaldado una película que, como explica Eduardo Verástegui, productor y actor de la película, es una denuncia de algo tremendo que se produce ahora mismo, hoy, con niños. La película, que estuvo parada cuatro años sin conseguir salas de proyección, ha tenido algunas críticas de las que está bien hablar por el sectarismo que denotan: hablan del cristianismo y de las convicciones conservadoras del mexicano.¿No se puede hacer una película si te defines antiaborto, por ejemplo? ¿No puede ser buena una película si declaras que eres conservador? Menos mal que a los que han pagado su entrada por todo el mundo eso no ha parecido importarles mucho.
El mal funciona así, sin límites, aprovechándose de la absoluta desolación de quien huye
La trata de menores asoma de vez en cuando en un titular. Como cuando Unicef alertó de que había mujeres y niños ucranianos que podrían estar cayendo en manos de las redes de trata al huir del país, cuando la invasión de Putin. El mal funciona así, sin límites, aprovechándose de la absoluta desolación de quien huye.
El otro día, en Málaga, vino la Reina a inaugurar un congreso sobre trata. En una de las crónicas del evento, casi al final, se hablaba de una formación anunciada por la Consejería de Inclusión Social de la Junta. Quieren formar a 1.500 trabajadores en prevención y detección de la explotación sexual con fines de trata a menores de edad tutelados. Como si muchos técnicos que callan no supieran qué y cómo ocurre y se lamentan de la falta de medios. No se escuchan las quejas en voz alta. Parece haber cierta resignación a que las cosas sean siempre así.
Tutelados, conviene repetir. O sea, están admitiendo que hay menores bajo su responsabilidad a los que prostituye, como supimos que ocurría en Baleares, como vimos en un caso en Madrid. Pero, a poco que se sepa del asunto, te cuentan que ocurre en toda España, sólo que, cuando salta un caso, los partidos políticos aprovechan para echárselo en cara de unos a otros. Ejemplares, oigan.
Cuenta el productor de la película que muchos quieren que nos resignemos y que creamos que no se puede hacer nada. Justo lo que no hace el protagonista de la película, el ex agente federal Tim Ballard, que arriesga su vida para rescatar a niños de las redes de tráfico sexual. Por cierto, Jeffrey Epstein, ¿se acuerdan?, era aquel multimillonario estadounidense, con amigos muy influyentes,que finalmente fue encarcelado para dar cuenta de una acusación de tráfico y abuso sexual de menores. Se suicidó en la celda. Dijeron.
El congreso de trata que inauguró la Reina estaba organizado por Betania, una organización que fundó Begoña Arana cuando hace varios años asistió a varias mujeres embarazadas que llegaron en una patera. Ahora, también reinserta en la sociedad a chicas que han sido explotadas sexualmente, como también hacen, por cierto, las monjas adoratrices desde hace décadas, para las que la iniciativa Fuertes y Hermosas, de Boris Soler, el peluquero, recaudó dinero hace unos días en la plaza de la Constitución. Me da que, cómo el productor de 'El sonido de la libertad', las monjas también sean cristianas y algo conservadoras. A lo mejor a alguno le explota la cabeza al saber que el bien no entiende de ideología. Tampoco el mal.
A ver si el curso de formación de la Junta consigue evitar que haya más menores tutelados que den placer a seres inmorales, que ponen su placer por delante de cualquier consideración humana. Un solo menor de los que nos tenemos que hacer cargo todos a través de la Administración en la calle, prostituido por una mafia, debería ser motivo para que se reflexionara a fondo sobre el funcionamiento de los centros y se redoblaran las apuestas para que muchos fueran a familias.
En la película, se rescata a una niña en la selva de Colombia. Aquí, según datos que se dieron en el congreso, rescatamos a mujeres colombianas en nuestros barrios y polígonos. Esa realidad de la que no queremos hablar y que ha resultado en un taquillazo. Ojalá el cine aprenda también que cuando una película toca una denuncia de actualidad hay millones de personas a las que les gusta reflexionar. Tengamos expectativas altas, respecto a esos pobres niños y a nosotros mismos.
Verástegui repite en las entrevistas que el mal triunfa cuando la gente buena se queda callada. Lo deberíamos tener siempre presente. Desde pequeños, en los patios del colegio y, de mayores, cada vez que veamos que se abusa de un ser indefenso.
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