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ROSA BELMONTE
Lunes, 6 de agosto 2018, 07:55
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Una de las palabras que han acabado acumulando polvo y varias capas de pintura es exclusivo. Se lee y se oye «un hotel exclusivo», «un restaurante exclusivo», «una urbanización exclusiva». Normalmente usado como sinónimo de caro (y claro que lo caro puede excluir o tener fuerza y virtud para excluir, como dice una de sus acepciones en el DRAE). Pero algo exclusivo es Sandringham, la casa en Norfolk de la familia real inglesa. Mustique o Kloster son caros. A los dos van los royals británicos, pero cualquiera con dinero puede ir a la isla y a la estación de esquí. Sandringham o Wood Farm, donde se reúnen para las comidas de caza, son exclusivos. Ahora tenemos la memez de lo inclusivo. Que incluye o tiene virtud y capacidad para incluir. Sobre todo para el lenguaje. En América la cosa es peor. De allí vino empoderar y ahora dicen «bienvenides» y «amigues» (esto Bachelet). El lenguaje inclusivo tiene virtud y capacidad para incluir bobos.
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