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ORIOL BARTOMEUS / POLITÓLOGO Y PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA UAB
Viernes, 27 de octubre 2017, 10:20
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Otro día de nervios y carreras, de teléfonos echando humo para salvar in extremis lo que se pueda de este conflicto que por minutos parece enderezarse para volver a abrirse en canal después. Puede ser que ayer viviéramos la última oportunidad para evitar el estallido final, con un acuerdo en el último segundo, una especie de armisticio en el que todos deponían sus armas y se emplazaban en unas elecciones al Parlament. Puigdemont parecía dispuesto a aparecer como el traidor de la causa independentista a cambio de que Rajoy parara la aplicación del 155. Una jugada valiente y audaz por ambas partes, que conseguía encontrar una salida cuando todas las puertas parecían cerradas.
Pero no ha podido ser y nos encaminamos a un choque desigual de consecuencias dramáticas para todos. El PP lo ha querido así. No ha querido ser magnánimo y no ha abierto la mano que asfixia a Puigdemont. El Gobierno dice que sólo se limita a aplicar la ley, pero sabe que los momentos excepcionales requieren algo más que la aplicación literal de la norma. Requieren política, que es el arte de lo posible.
El PP no ha querido hacer política, ha preferido escudarse en el Derecho. Y lo ha hecho para conseguir sus objetivos políticos, para asegurar la posición del Gobierno y del mismo Rajoy, para retener a su vera tanto a C's como al PSOE, al que aleja de Podemos y de los partidos nacionalistas, impidiendo de facto la construcción de una mayoría alternativa en el Congreso.
El precio de la jugada puede parecerle bueno al PP. Total, su peso electoral en Cataluña es casi irrelevante, y las ganancias en el resto de España compensan cualquier pérdida allá. Los populares se pueden permitir perder Cataluña. Pero el problema que no ven, o no quieren ver, es que con lo de ayer no es el PP el que pierde Cataluña, es España. La aplicación del 155, tal y como la prevé el Gobierno, va a encender Cataluña entera y no solo a los independentistas. En Cataluña no hay una mayoría para proclamar la independencia pero sí que la hay para defender el autogobierno. Hasta hoy mismo estos dos bloques no coincidían.
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