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Martes, 8 de abril 2025, 02:00
La decisión de la Audiencia de Sevilla de impugnar, por la vía de elevar consultas a la justicia europea, la sentencia del Constitucional que acabó ... exculpando a los expresidentes andaluces José Antonio Griñán y Manuel Chaves y otros cargos socialistas de la Junta en el fraude de los ERE ha derivado en un inédito pleito jurídico e institucional. Un pulso que parte de la iniciativa de la sala sevillana, en un movimiento sin precedentes, de apelar al Tribunal de Luxemburgo ante su disconformidad con la resolución del TC, al que los magistrados apuntan por haberse supuestamente «extralimitado» en su función de control. Pero un pulso, también, que no debería exacerbarse, máxime cuando los letrados de la propia corte de garantías sostienen en hasta cinco informes que no hay impedimento para que la Audiencia pueda trasladar una cuestión prejudicial al TJUE. El presidente del Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, se ha declarado «preocupadísimo» por lo que interpreta como un intento de deslegitimar al intérprete de la Carta Magna. Pero aun cuando el contencioso dé lugar a un intenso debate legal, ningún tribunal español debería sentirse zaherido por el recurso a una justicia europea que también es la nuestra.
Las fuertes pérdidas experimentadas por las bolsas del mundo a raíz de la imposición de aranceles sin medida por parte de Donald Trump dieron ayer paso a episodios de volatilidad en Estados Unidos, con el Dow Jones, el Nasdaq y el S&P 500 desplomándose, recuperándose y volviendo a perder en cuestión de horas. Fue por efecto del anuncio del propio Trump de negociaciones a alto nivel con Japón y de llamadas de otros gobiernos a la Casa Blanca para procurar lo mismo; también del fugaz supuesto de que pudieran darse 90 días de retraso en la aplicación de aranceles, seguido del requerimiento del presidente a la Reserva Federal para que rebaje los tipos de interés. Sin embargo, las bolsas siguieron dando más credibilidad al rupturismo de Trump que a su hipotética disposición a corregirse. Especialmente tras su amenaza de contraatacar a China con un castigo arancelario total del 104%. La mera presunción de que Washington acabe jalonando cada día de actividad en los mercados con un vaivén constante de declaraciones en redes, gestos a interpretar, anuncios de todo tipo y rumores -desmentidos unas veces y consentidos otras- aumentará el disparate. Y ello sin que los eventuales rebotes que cada jornada ofrezca en Wall Street y en los parqués europeos vayan necesariamente a marcar una tendencia alcista.
Ayer el Ibex 35 cerró con una caída del 5,12%, acumulando una pérdida del 11,7% en tres días. El comportamiento de la bolsa alemana, de la francesa y de la italiana fue muy parecido. La inquietud de fondo común a los mercados del mundo no es otra que la recesión, cuando Trump insiste en dar muestras de desearla para los países que ha situado como objetivo de su persecución comercial y frivoliza con ella como purgatorio para los propios estadounidenses. Hasta el punto de que solo una corrección en toda regla permitiría a la Casa Blanca despejar el temor ya generalizado a adentrarse en una economía en negativo a nivel global. Corrección que se encuentra tan lejos del ánimo de Trump que ni siquiera sirve a título especulativo. La impasibilidad que el magnate-presidente está demostrando ante las caídas bursátiles en su propio país es, en sí misma, toda una declaración de intenciones. La advertencia de que nadie, ni desde dentro de su Administración -ahí está aún Elon Musk- ni desde fuera de ella, ose llevarle la contraria porque está decidido a imponer su criterio por descabellado que parezca a todos los demás.
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