Enemigos íntimos

Domingo, 7 de diciembre 2025, 01:00

España y Marruecos comparten una complicada frontera marítima, varios kilómetros terrestres intercalados y una historia común que marca una tradición de enfrentamientos que el pragmatismo ... geopolítico y económico no consiguen superar. El odio generado por siglos de interferencias, que muy bien podrían remontarse a la Reconquista, todavía continúan perturbando unas relaciones diplomáticas negativas para ambas partes. Pero no hace falta retrotraerse a los tiempos de Boabdil para comprobar que las dificultades se repiten de manera poco menos que ininterrumpidas. En los tiempos recién pasados, fueron la independencia, el protectorado y la miniguerra de Sidi Ifni motivos que explican las discrepancias y reivindicaciones hace medio siglo en el territorio del Sahara Occidental, cuya soberanía seguía manteniendo España. El paso del tiempo cambió algo las expectativas de las relaciones cada vez más condicionadas para los intereses mutuos. Más de mil empresas españolas se hallan instaladas en territorio marroquí, donde crean mano de obra y riqueza, mientras la mayor parte de las exportaciones marroquíes a Europa se hacen a través de territorio español a pesar de tratarse de una competencia para las exportaciones propias.

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Marruecos, como contrapartida, ejerce de control de la migración subsahariana que llega a través del desierto en su objetivo por entrar en Europa. Pero en su argumento no reconoce que en España viven y trabajan cerca de un millón de marroquíes que, además de liberar al país de la presión del desempleo, transfieren cada mes grandes sumas a sus familiares, un ingreso para las cuentas del Estado.

El peso de estos datos no frena las discrepancias frecuentes entre los dos gobiernos. Desde que el español es democrático, todos han hecho esfuerzos para mantener unas relaciones cordiales. El actual Ejecutivo de Pedro Sánchez incluso llegó al máximo. Por sorpresa, hace dos años, anunció que cedía el Sahara, rompiendo el respaldo de su partido, en la defensa de la independencia, ya con estatus de Estado, y al margen del reconocimiento por parte de varias decenas de países. Aquella generosidad difícil de explicar de España no puso final, como se esperaba, a un conflicto que estaba en manos del Comité de Descolonización de la ONU. Esta semana se ha celebrado en Madrid la cumbre anual entre los dos gobiernos, con escasas esperanzas de éxito. Ante la crisis política que se vive en España, Marruecos ya lanzó la primera interferencia al posible sucesor de Sánchez: si modifica los acuerdos responderá dando vía libre a la emigración, el arma con que cuenta.

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