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Empacho de urnas

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LA CONVOCATORIA DE ELECCIONES GENERALES VUELVE A DEJAR EN SEGUNDO PLANO LOS COMICIOS MUNICIPALES, Y CON ELLO EL DEBATE NECESARIO SOBRE LAS CUENTAS PENDIENTES EN LA CIUDAD

Héctor Barbotta

Marbella

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Domingo, 17 de febrero 2019, 00:41

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Resulta significativo que a sólo tres meses de las elecciones municipales los vecinos de Marbella desconozcan aún no solamente quiénes son los candidatos de los partidos que concurrirán a los comicios -de momento sólo se sabe el nombre de los aspirantes por el PP, el PSOE e Izquierda Unida-, sino que tampoco se sepa qué partidos o coaliciones concurrirán. No sólo se ignora quién encabezará la lista de OSP y quién lo hará por Podemos, o si esta formación irá en solitario o con Izquierda Unida. Tampoco se sabe quién será el candidato a alcalde por Ciudadanos, de hecho ni siquiera está confirmado que esa formación vaya a participar en las elecciones, y lo mismo puede decirse de Vox. De momento, la única lista completa que se conoce es la del PSOE.

Tantas incógnitas a tan poco tiempo de las elecciones municipales pueden ser consecuencia de que hasta ahora la atención de los partidos ha estado centrada primero en las elecciones andaluzas y después en la incertidumbre que ha sobrevolado hasta el viernes pasado sobre la política nacional. Si la falta de definición sobre la agenda municipal tenía ese origen, ahora habrá que prepararse, con las elecciones generales en un horizonte de apenas dos meses, para que permanezca en un segundo plano. Nadie va a hacer nada, y menos los partidos nuevos, que interfiera en lo que consideran prioritario, es decir la política nacional y la competición por llegar a La Moncloa.

Sin embargo, hay una hipótesis que ya se puede lanzar sin que resulte demasiado alocada y que desde la óptica municipalista y con una mirada desde los intereses de los vecinos de la ciudad resulta ciertamente inquietante. ¿Y si esta falta de definición sobre las candidaturas fuese en realidad la expresión de que hay partidos que no tienen proyecto para Marbella ¿Y si la presentación de listas por parte de algunos partidos obedece solamente a la necesidad de contar con presencia, marcar territorio y reunir cromos que poder intercambiar cuando comiencen los trapicheos postelectorales, con la vista puesta en las diputaciones provinciales y en las capitales de provincia?

Después de que Pedro Sánchez anunciara el pasado viernes la convocatoria de elecciones generales para el 28 de abril, se escucharon voces lamentando que no se celebrara un 'superdomingo' el 26 de mayo con europeas, generales y municipales en un solo día.

No es posible compartir ese lamento. La coincidencia tendría el beneficio de un menor gasto -y eso incluso habría que verlo-, pero iría en desmedro de la posibilidad de tener tiempo, aunque sea mínimo, para debatir y confrontar proyectos municipales. La democracia tiene un coste, más caras resultan las dictaduras.

Marbella, en concreto, ya es un lugar en el que buena parta del electorado vota marcas y eslóganes, pero esta ciudad necesita que alguna vez se debatan proyectos para solucionar los múltiples problemas que la aquejan en el presente y que a alguien se le caiga alguna idea sobre su futuro. Ya tuvimos suficiente con votar en las elecciones autonómicas con un ojo puesto en Cataluña. Ahora sólo faltaría que el conflicto territorial contaminara también a las municipales y que los partidos que carecen de un proyecto para la ciudad taparan sus vergüenzas apelando al rechazo al secesionismo catalán. No es eso lo que se debe dirimir en unas elecciones locales.

A sólo tres meses de los comicios municipales resulta significativo que no se sepa qué partidos concurrirán a las elecciones, que algunos de ellos no tengan todavía candidato y que ninguna formación, ninguna, haya puesto aún sobre la mesa proyecto alguno con el que aspire a ilusionar a los electores y conquistar su confianza.

Igual de llamativa es la atonía, la falta de pulso, en la que ha entrado la vida política municipal en los últimos días. Como si la expectativa centrada primero en Andalucía y después en la incertidumbre sobre la política nacional hubiese desplazado también a un segundo plano la capacidad de los partidos para imaginar soluciones a los problemas de la ciudad.

Marbella ha visto en los últimos años cómo se frustraban los principales proyectos que se habían previsto para transformarla y prepararla de esa manera para los enormes desafíos que se avecinan. En la memoria colectiva están los dos que más han ocupado la agenda pública, las ampliaciones del Puerto de La Bajadilla y la del Hospital Costa del Sol, pero en los últimos años hubo otros proyectos de gran trascendencia que por diferentes motivos no lograron pasar del power point: la ampliación de Puerto Banús, la peatonalización de Ricardo Soriano o el traslado del polígono de La Ermita a la zona norte de La Cañada son las más importantes, por no hablar de la conexión ferroviaria o la de una recuperación de las playas que avanza a cámara lenta. Se podrá decir que algunas de estas actuaciones no dependen sólo del Ayuntamiento. Es verdad. También es verdad que otras ciudades han tenido y tienen una capacidad para conseguir inversiones de otras administraciones de la que Marbella históricamente ha carecido.

Ahora no aparece en el horizonte ningún proyecto con capacidad para transformar la ciudad y no se sabe si ello es porque las fuerzas políticas consideran que Marbella está bien como está -es decir, en esencia igual que hace 15 o 20 años con la única excepción de los bulevares de San Pedro y de Las Albarizas y de alguna calle semipeatonalizada-, porque ningún partido se atreve a poner sobre la mesa algún proyecto de fuste por no correr el riesgo de chocar con la comprensible incredulidad ciudadana después de tantas frustraciones o porque se considera que el Ayuntamiento no debe ir más allá de procurarse unas cuentas saneadas, una limpieza decente y unas calles asfaltadas. Otra explicación puede encontrarse en que el debate político lleva tanto tiempo mirando hacia dentro del Ayuntamiento o centrado en cuestiones absurdas que los partidos han perdido ya la perspectiva de que parte de su función, de lo que les da sentido, es precisamente mirar no solamente por lo que va a suceder en los próximos cuatro años, sino por lo que le espera a las próximas generaciones. Cuando los demás cambian, el estancamiento propio resulta más evidente.

La autocomplacencia es sin duda una de las grandes amenazas que se ciernen sobre Marbella. A veces da la sensación de que mientras la ciudad se ha estado lamiendo las heridas, profundas, dejadas por el gilismo y confiando en su potencia intrínseca, otros municipios de la Costa del Sol, encabezados por Málaga pero no solamente por Málaga, han experimentado importantes procesos que los han transformado radicalmente.

Esto es lo que debería debatirse desde ahora y durante los tres meses que restan hasta los comicios municipales. Aunque la luz de las elecciones generales nos encandile, es necesario hacer el esfuerzo.

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