Borrar

Del dominó al bingo

Sin ir más lejos ·

Les han arruinado también un espacio sentimental donde rajar de lo mal que va el país, aunque su peña esté peor

Domingo, 6 de mayo 2018, 10:16

Comenta

Muchos pueblos se quedan sin gente y a las peñas de Málaga les viene pasando algo parecido desde hace tiempo. A diferencia de la callada ... y lenta agonía de tantas comunidades rurales de historia milenaria, a muchas de estas asociaciones nacidas del éxodo cateto a la periferia urbana les aqueja hoy una desbandada no sólo por motivos biológicos. Es más fácil, siendo tarea de titanes, revertir la demografía de la Málaga rural que sacar de la agonía a tantas peñas abocadas a la extinción tras vivir por encima de sus posibilidades y de las subvenciones. No sólo les afecta su parálisis ante la ley de vida sino que les puede alcanzar el código penal. El escándalo -270.000 euros de pufo federativo- ha destapado un liderazgo cutre que aleja cualquier mirada piadosa a la gestión de un costumbrismo en decadencia en el que el jefe cuentan que no se privaba ni de tarjeta 'black'. Del dominó como terapia por las tardes, muchas peñas se apuntaron al bingo nocturno y clandestino, fuente de ingresos y sostén de poltronas. El dominó en el bar del pueblo sigue como ritual de grupo, pero en las peñas derivó en tarjetón en negro. El medio convertido en fin. Muchos espacios para la ntegración y la convivencia pasaban a lugares donde ser ludópata puntuaba más que el decálogo del buen malaguita. Las peñas crecieron en el desarrollismo, pero no supieron ver los cambios. Aquel centro de reunión entre calles sin asfaltar y vecindario de aluvión fue un sólido espacio para levantar conciencia de barrio e incluso barrio mismo. Era la parte festiva de un poderoso movimiento vecinal, pero hoy un fantasma con faralaes y alma de 'lobby' electoral. La feria que nació en los 80 fue el gran momento de gloria, y las peñas quisieron la exclusiva aunque cada año la ciudad no se guste en su espejo de agosto. Es difícil ahora no sentir vergüenza ajena, además de asombro, por el descontrol de los dineros en entidades bajo sospecha al calor de la teta pública. «El colectivo antaño eran actividades benéficas, culturales y deportivas. Ahora es bingo y para de contar», ha dicho Rafael Trigo, el directivo espantado tras mirar las cuentas. Los mayores están en pie de guerra por las pensiones, y los socios de las peñas, que son también muy mayores, suman una indignación sin marcha atrás a la del fin de mes. A muchos también les han arruinado un espacio sentimental donde rajar de lo mal que va el país, aunque su peña esté peor. En la última asamblea de la federación, hubo socios que superaban en antropofagia verbal a cualquier hatajo de energúmenos de esos que braman en los fondos de la grada de los campos de primera. Cuando se es mayor se pierden los miedos y la vergüenza, pero aquí el enfado gregario desenfundó todo menos autocrítica. La crónica de Ángel Escalera era un impagable altavoz en el hervor de un grasiento puchero indígena, el retrato de esa sociedad civil que se queda desnuda, sin traje folclórico en su propia feria. Seguimos para bingo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Del dominó al bingo