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ROBERTO LÓPEZ
Jueves, 9 de enero 2025, 01:00
Si yo creyese en Dios, creería en un Dios que supiera bailar. No sé si esto lo dijo Nietzsche. Da igual. Un Dios con manos ... y pies, y una enorme boca para sonreír o besar, y unas caderas ligeras para darle a la cumbia, a la bachata, al Charleston... Un Dios al que le gustase la comedia, los ibéricos y nos diese los mejores abrazos del mundo. Un Dios muy humano, en fin.
Si creyese en Dios, lo digo como hipótesis, me gustaría verle bailar a ritmo de siete octavas y canturrear 'Escándalo' de Raphael. Contemplarle evocador esperar a los niños en la puerta del cole, comprar mermelada, mantequilla y pan en el súper, declinar en voz alta los poemas de Manuel Vilas, acompañarnos en las desdichas de las catástrofes inminentes...
Spinoza, el gran panteísta, dijo que Dios vive en todas las cosas. No me parecería mala idea, digo, si creyese en Dios. Si fuese así, podría sostener rigurosamente que también Dios vive en la marca blanca de Mercadona. Por cierto, me informa una amiga que «Amy Winehouse era muy fan de la tortilla de Mercadona». A veces, las deidades se entrelazan como una madeja de cables.
Luego pienso en El Principio de Incertidumbre, que parece el título de una novela de Juanjo Millás, pero es una teoría de Heisenberg. Eso de que la mirada del observador modifica el comportamiento del observado y blablablá. Pienso en Dios, si existiera claro, y en cómo le miraría y cómo él modificaría su comportamiento ante mi mirada. La mirada es el idioma del corazón.
Ray Loriga, con el que hablé hace poco y está en plena forma, ya escribió sobre ello: «Se está mejor cuando alguien te mira y mira también las cosas que tú miras». En fin, que esto va de dioses y miradas, supongo. Pero Dios ha muerto, que creo que también lo dijo Nietzsche, y la sociedad laica ya no tiene a quién mirar ni rezar, y se buscan atajos, coach y pisos en el centro.
Leo a Juan Luis Arsuaga y él habla de un Dios, técnicamente, prosocial. Un Dios todopoderoso y eterno que vigila desde arriba y sanciona a los que se desvían de la norma. Creo que se refiere al algoritmo, aunque no lo diga. Quizás Dios no haya muerto. Quizás Dios solo sea haya transformado en una mirada, un historial de Google, un dato... El dichoso algoritmo.
Termino la maniobra. Alfred de Musset lo expresó de otra manera: «Es la música quien me ha hecho creer en Dios». Yo no creo en Dios, ya digo, pero me gustaría hacerlo. Creo que me reconfortaría muchas veces. Me aliviaría. Un Dios, como los de la Antigüedad Clásica, con las mismas pasiones, miserias y creencias que cualquiera de nosotros. Un Dios bailón, ya digo, si creyese.
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