Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La noche en la que Pablo Casado ganó las primarias del PP, tras un complejo sistema impuesto desde la 'autoridad moral' (sic) por Cristina Cifuentes, habló de integración (como todos los ganadores de algo), repitiendo una y otra vez que no había ni vencedores ni vencidos. En ese momento, sin saberlo, comenzó a fraguarse la estrepitosa derrota cosechada por el Partido Popular en las elecciones generales del pasado día 28, algo que no debe alegrar ni a sus máximos rivales, porque los populares forman parte de la garantía democrática de España, son un pilar fundamental de nuestro sistema y forman parte de la solidez de nuestro sistema.

Pablo Casado no cumplió lo que dijo, y ese fue su primer gran error. Es curioso que buena parte de su campaña (bastante mala, como reconoció el pasado martes el mismo comité director del partido reunido en Madrid), el PP basó su mensaje en la gestión realizada (se supone que por el Gobierno encabezado por Rajoy, especialmente desde el punto de vista económico) bajo el lema de 'Valor seguro'. Hasta ahí todo perfecto, salvo que ninguno de sus rivales en los debates fue lo suficientemente listo (los 'gurús' de los máximos líderes en hicieron su trabajo muy torpemente, por qué no decirlo) como para preguntarle al señor Casado, «oiga, si ustedes alardean de gestión, sobre todo de la económica, ¿cómo es que no vuelven a presentar en sus listas a ni uno solo de sus artífices?». Así era, con casos verdaderamente sorprendentes como el 'cambio' de Fátima Báñez (una de las ministras más valoradas del ejecutivo pepero) por el más que polémico Juan José Cortés, o la llegada de 'paracaidistas' y extraños ocupantes en las listas en no pocas provincias, que ahora, con la escasez de puestos en el Parlamento, han dejado fuera del mismo a muchos e importantes protagonistas de las dos pasadas legislaturas con más que probada solvencia.

El problema de Casado ('The New York Times' publicó un durísimo trabajo periodístico al respecto en vísperas del día electoral) es que en su partido, de buenas a primeras, se decidió suprimir de un plumazo toda una generación, y se pasó de los 60 a los 30, obviando los 40/50... en lo que fue una burda imitación del mismo experimento que cuatro años antes hizo, con esplendoroso fracaso Pedro Sánchez (recuerden, 88 diputados). Guerra lo 'bordó' en Sevilla en un foro hace unos días: «Los jóvenes líderes políticos que ahora están en nuestro país creen que la vida empezó con ellos, y sin embargo siempre la hubo antes...».

Sin salir del susto del 28-A, el PP de Pablo Casado quiere recomponer formas y girar al centro, obviando su tremendo error estratégico cara a un 26-M, y para ello ya ha cambiado mensajes y de estrategas, pero lo que ya no puede 'recomponer' es su grupo parlamentario, en el que faltan muchos de quienes dirigieron, con innegable acierto, el timón de este país por las aguas turbulentas por todos conocidas entre 2012 y 2019. Integración es todo lo contrario a lo que se hizo con las listas. Difícil solución tiene ahora la cosa si Casado pretende que sus fichajes y sus votos de las primarias aporten la tranquilidad y el trabajo colectivo que necesita todo gran líder.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios