Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Las novelas de Agatha Christie fueron siempre historias de suspense y misterio y muchas de ellas fueron llevadas al cine por distintos directores y guionistas. Los espectadores se devanaban los sesos, cada cual con una teoría criminal alternativa, por saber quién era el asesino y por qué mataba. Las pistas eran equívocas y al final el más insospechado resultaba ser el auténtico culpable. En España nos hemos acostumbrado a que las elecciones, los pactos y las investiduras, sean incógnitas y de rastro sinuoso, casi jeroglíficas. ¿Habrá investidura en agosto, en septiembre o elecciones en noviembre? Si fuéramos británicos o estadounidenses, apostaríamos, porque todo es posible. En el palique nacional hay partidarios de tantas soluciones o desenlaces como pueda imaginarse, de hecho, aquí siempre estas historias acaban en un 'te lo dije'. Aunque a veces no atinamos a recordar que realmente los acertantes hubieran advertido de lo que pasaría.

¿Quiere Sánchez gobernar en solitario con los 123 o prefiere elecciones para aumentar su número de escaños? ¿Sabe qué quiere o tiene dudas?... Y Redondo, ¿qué quiere Iván Redondo, qué sabe o da por hecho? Nos traen locos.

Sin embargo, una cosa es lo que quieren éstos con el cazo y otra, muy distinta, ver qué pueden conseguir. Porque está claro que ocultan sus intenciones y aún más sus planes, pero la inteligencia, la estrategia y las tácticas, no siempre dan el resultado deseado. La inmensa presión puesta en marcha por el Presidente en funciones y los suyos para asfixiar a Iglesias y conseguir que finalmente se rinda sin los ministerios y cargos pretendidos puede lograr sus objetivos, o puede que no. La otra gran oleada petitoria a Populares y Ciudadanos para obtener la abstención iba in crescendo hasta la investidura de la navarra Chivite. Contar con Bildu Batasuna -traspasar la línea constitucional que hasta Zapatero decidió respetar- con esa llave que según su portavoz sirve para abrir pero también para cerrar, le da al PSOE gobierno navarro, pero deja sin justificación otras posibilidades. Pasar de un gobierno en funciones, con sus capacidades limitadas, a uno ordinario es en teoría lo deseable, pero si se trata de poner el impuestazo al diésel u otras lindezas prometidas, es difícil animarse.

En agosto estamos cerrados, no es probable que se active nada. Llegará septiembre y volverán dimes y diretes espontáneos, y también cuidadosamente elaborados, para abordar el proceso pendiente. Lo difícil de averiguar serán las intenciones de los áulicos asesores de Sánchez, en tanto realizan sondeos y reciben tracking constantes que les indican por dónde van los impulsos electores mayoritarios. Lo malo no es que tomen decisiones empujados por encuestas, tomas de pulso e intenciones, sino que una y otra vez exhiban argumentos inductivos para obtener sus ansiados fines o incluso que pongan mentiras en circulación con el mismo objetivo. El uso torticero del privilegiado espacio de Moncloa y su notabilísimo poder para tomar una decisión de conveniencia para Pedro Sánchez es algo indiscutible. La maquinaria presidencial y gubernamental puesta al servicio de una causa parcial es un hecho que debiera ser controlado en evitación de su abuso, pero no existen contrapoderes suficientes ni recios para ello. Desde el 28 de abril nuestro complejo proceso constitucional para producir la investidura presidencial alarga y alarga los plazos que en su momento eran los previstos.

El guion transcurre sinuoso y lleno de dudas. Los ministros en funciones, agrupados en torno a una mesa camilla, son tan ignorantes de lo que puede ocurrir como el resto de los españoles. En su caso, la trama es mucho más dura de encajar, hay días en que algunos titulares tienen perdido su ministerio, según se negocia y especula gobierno de coalición, de cooperación o a la portuguesa, también hay momentos en los que se sienten seguros de su continuidad. El llamado en su día gobierno bonito lo quiere seguir siendo y la mayoría de sus integrantes no sabe qué pasará finalmente. Es una trama de suspense de interesado final. El creador de Sherlock Holmes, sir Arthur Conan Doyle, decía que «una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios