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En deuda con la verdad

En deuda con la verdad

La tribuna ·

La pregunta que nos debemos hacer es qué dignifica más un mandato en la Diputación de Málaga: pagar la deuda a los bancos o haber despedido a trabajadores y desmantelado servicios públicos

Francisco Conejo

Lunes, 17 de septiembre 2018, 00:26

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El 31 de julio, el presidente de la Diputación de Málaga firmó la amortización del último préstamo pendiente de la institución provincial. Que una administración cumpla con sus compromisos financieros es, sin duda, una buena noticia, sobre todo para los bancos. Sin embargo, en ese acto se lanzó una advertencia: con el PP, la institución no se endeudará salvo en caso de emergencia. Mala noticia para la provincia y para los bancos.

La cantinela del presidente de la Diputación parte de un pecado original, o más bien, de una mentira machacada con solemnidad: la herencia recibida. Viejo truco de trilero político éste del señor Bendodo. Sin embargo, cabe recordar que la amortización de la deuda pudo ser una realidad en 2011, a su llegada al sillón presidencial. La deuda con entidades financieras era entonces de 193,3 millones de euros, según el Ministerio de Hacienda sobre deuda viva, y no de 232 como ha declarado el presidente. Bendodo se encontró 50 millones de euros en las cuentas corrientes de la institución y 30 millones en las del Patronato de Recaudación. Además, 100 millones de la deuda contraída estaban previstos para inversiones: cabe recordar que en plena crisis las administraciones tomaron iniciativas para revitalizar la economía. Ese dinero ha financiado planes con cientos de proyectos, los cuales se han ejecutado en los mandatos del PP.

Es decir, la herencia fueron 80 millones de euros en liquidez y más de 100 millones de euros pendientes de invertir en los pueblos. Una decisión política habría acabado con la deuda. La razón por la que no se hizo es sencilla: las administraciones usan la deuda para crear nuevas infraestructuras que procuren nuevas oportunidades, y para responder a las adversidades económicas. Estas semanas hemos conocido que la deuda pública superó el billón de euros con Rajoy y se triplicó en diez años. El Gobierno de España, ante la caída de ingresos, tuvo que buscarlos en los mercados de deuda, para mantener prestaciones sociales, por ejemplo.

Imaginamos que el presidente de la Diputación, concejal del Ayuntamiento de Málaga, considerará una pésima gestión política que el consistorio malagueño esté entre los más endeudados de España: a 31 de diciembre de 2017 debía 479 millones de euros, según el Ministerio de Hacienda, siendo el más endeudado de las ocho capitales de Andalucía y el segundo de toda la comunidad. Si la amortización de la deuda dignifica, según Bendodo, su mandato, la deuda del señor De la Torre y la que dejó Rajoy los coloca en el vagón de los torpes.

Repasando la deuda de las administraciones provinciales, la Diputación de Sevilla, gobernada por el PSOE, ha sido la primera en alcanzar la deuda cero. Y son muchos los ayuntamientos andaluces que por diferentes razones no tienen préstamos que pagar. ¿Es bueno o malo tener deuda? Pues depende. El criterio económico experto nos dice que depende de la situación general de la empresa o entidad, del porcentaje que ésta alcance respecto al volumen de ingresos, o de la rentabilidad que procuren las inversiones financiadas con endeudamiento.

Asistimos a la criminalización de la deuda pública, siempre de manos de la derecha, que con su habitual manipulación del lenguaje habla de sostenibilidad financiera siempre en torno al pago de la deuda y la congelación de las inversiones y nunca refiriéndose al aumento de los ingresos, por ejemplo, con impuestos a grandes empresas. Se alcanza cuando no se debe dinero. En cambio, si hablamos de empresas el endeudamiento es un instrumento financiero, de importante relevancia, pero imprescindible para el sostenimiento de la actividad y su crecimiento. Lo que es inevitable para una empresa privada es un síntoma de pésima gestión pública.

La pregunta que nos debemos hacer es qué dignifica más un mandato provincial: pagar la deuda a los bancos o haber despedido a trabajadores, cerrar centros educativos como la escuela de enfermería, residencias de mayores, como la de Colmenar, centros de acogida de menores o haber recortado entre 2012 y 2019 el principal instrumento de financiación municipal que tiene la institución, el plan de asistencia y cooperación. Sin olvidar que durante este mandato se ha producido el mayor desmantelamiento de los servicios y áreas de la Diputación con una notable disminución de la plantilla. Se puede estar en paz con los bancos, pero tener una enorme deuda con los ayuntamientos de la provincia.

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