LA DESPOBLACIÓN DE CORTES
Situada a continuación de Esteril, Cortes es quizá la alquería más próxima a la costa. Nicolás Cabrillana la ubica a 16 kilómetros al este de ... Estepona, «entre el Cerro de los Jaramillos y el Cerro del Alcornocal, en el actual cortijo de Cortes». Su territorio no alcanzó la profundidad de las anteriores pues aquí se inicia una continuidad de poblamientos que van «desde la mar fasta la sierra, por los Baños» hasta llegar a una torrontera que decían en arábigo «Arijore Halarde», o Barranco Verde, en el mismo río, por donde compartía término con Benahavís. Estaba perfectamente comunicada con Estepona, Casares y Marbella mediante unos caminos reales muy transitados.
Su paisaje agrario estaría constituido por un espacio irrigado que producía hortalizas, propiciado por las acequias que arrancaban del río Guadalmina, mientras que los cereales ocupaban el secano. Aunque todos tenían predios de mayor o menor extensión, sus mayores propietarios eran el rey y el alguacil Hamet Ydi. Y en cuanto al total de su vecindario, tan sólo pude localizar a veinte personas, entre ellas algunas de las que emigraron a Berbería tras la conquista, como Hamet Haçan, «que hera de Cortes e se pasó allende».
El origen de su despoblación hay que buscarlo, como en los casos anteriores, en la expropiación de tierras y el forzado desplazamiento de sus moradores hacia el interior. La resistencia a abandonar sus haciendas originó un conflicto que debió resolver el bachiller Serrano en 1490 el cual, con el fin de informarse sobre sus antiguos términos, interrogó al alguacil, a Ali Almasari y a Mahomad Abenyaçan. La colaboración prestada por estos hombres y la férrea defensa de sus propiedades, no impidieron que se decretara el éxodo del pueblo y el abandono de sus tierras.
Tras sentenciar el bachiller en favor de los marbellíes, estas fértiles tierras se asignaron a personajes del entorno del rey, como Nuño de Villafañe; Cimazo, repostero real; Juan de León o el alcaide de Fuengirola «criados de sus altezas», además de otras caballerías pardas repartidas a caballeros cuyo estatus social era menos relevante.
Por la relación del repartimiento conocemos algunos detalles interesantes. Por ejemplo, que las tierras adjudicadas a Fernando de Abreo lindaban con el «alcaría de Cortes» y el arroyo de «Guadamar», o la abundante arboleda que crecía en la zona, en especial el inmenso alcornocal que llegaba a sobrepasar el término de Casares, además de morales, olivos y toda suerte de frutales. La paulatina degradación del monte se hace patente en el siglo XVIII, cuando sólo quedaban 300 árboles del alcornocal de Cortes, ya que los demás habían sido sacrificados en aras de nuevas roturaciones donde cultivar cereales panificables.
La aparición de unos acaparadores de tierras es un síntoma de la avaricia de los nuevos pobladores. Acaso el más destacado fuera el alguacil mayor Diego de Toledo, arquetipo de una sociedad repobladora cuya finalidad era la acumulación de riquezas. Fue el caso de las quince caballerías que en el ejido de Cortes obtuvo Alonso Delgado. Las vendió a Hamete Bocaçín y éste a Diego de Toledo quien, en mayo de 1496, las traspasó a Cifuentes. Un trasiego de tierras que demuestra cómo, en apenas una década, el conde se había adueñado de 900 aranzadas de esta alquería, la más próxima a su feudo. Por el contrario, todo parece indicar que el pueblo no se abandonó drásticamente puesto que su molino de pan, de una parada y casa pequeña de teja, lo tenía arrendado en 1620 Juan de la Vega por 500 reales, arrendamientos que se suceden hasta el siglo XVIII. Pienso que algunos de los primigenios pobladores pudieron ocupar las viviendas abandonadas, tal y como se constata en Fernández de Ávila que, en 1554, manifestó ser vecino de Cortes, o en la orden emitida por el duque de Arcos a Pedro Bermúdez desde Ronda el 8 de octubre de 1570, para desplazarse a Cortes, «ques un lugar tres leguas de aquí, ques la parte por donde se entiende que podrían salir algunos destos ladrones, y que desde allí hiziese la diligençia que pudiese para tomar rastro por donde yban para seguillos». Porque, según se desprende de otra carta del duque escrita el 28 de ese mes, en plena rebelión la situación era desesperada para los rebeldes de la Tierra de Marbella y Serranía de Ronda: «Es tan grande las nesçesidad que pasan, que salieron treze juntos, y entre ellos dos mugeres, a un vezino de Cortes a pedille que hiziese dellos lo que quisiese y los tomase por esclavos y que les diese de comer, que morían de hambre».
La importancia que pudo tener este pueblo con los nazaríes, plantea la incógnita sobre su desalojo y la desaparición de su castillo. Cuestiones a las que, por el momento, no encuentro respuesta.
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